Del guaraní al español

Pedro A. Curto

Guaraní

   Un día escuché a unos inmigrantes paraguayos hablar en guaraní. El guaraní es idioma oficial en Paraguay junto al español, siendo el único país oficialmente bilingüe en toda Hispanoamérica. Un bilingüismo que se percibía en la alegría que mostraban en su conversación, el orgullo de poder expresarse en su lengua materna en un lugar muy lejano a su origen. Y más escuchándoles decir cosas que como para ser poeta, basta con hablar guaraní, que muchas de sus palabras son bellísimas metáforas del más alto tenor. Según parece el indio cultivó con gran esencia su lengua amada y la hizo singularmente rica, flexible, llena de dulzura para traducir la emoción amorosa, cáustica para la sátira, precisa y transparente en la argumentación.

  Parece sorprendente que una lengua minoritaria, en particular cuando está rodeada por un idioma tan poderoso como el español, haya podido sobrevivir, teniendo en cuenta además que ha sido fundamentalmente una lengua oral, que de forma tardía empezó a utilizarse por escrito, y esto con escasa presencia en los grandes medios de comunicación. Quizás esa oralidad, la necesidad de identificarse, de estar ligados a una comunidad, pueden ser algunas de las razones por las cuales esos paraguayos mostrasen orgullo y cariño por su idioma. Y que esas sean las razones para que lenguas como el guaraní sobrevivan, que lo hagan en un mundo inhóspito, sin excesivas regulaciones normativas y académicas, sin el respaldo mediático y literario que ha sido clave en los grandes idiomas como el inglés o el español. Ahí está la diferencia que puede sentir el hablante de una lengua y otra. Cuando se utiliza un idioma poderoso, recogido históricamente en grandes obras literarias, con millones de páginas escritas, reflejado en miles de medios, dominante en amplias zonas geográficas, regulado por academias y gramáticas, se puede creer que ese cariño guaraní no es necesario. No se precisa del indio que lo cultive, que lo trate con la atención que precisa lo que es frágil. Porque el lenguaje no es un producto, sino un proceso psíquico; y estudiar este proceso es estudiar la psiquis humana. Es parte de la esencia que nos hace humanos, pero está derivando de una manera irremediable a un instrumento técnico, lo cual nos convierte en meros aparatos de repetición.

  Precisamente en el año 1492, cuando partían unos barcos que descubrirían el continente donde estaban las tierras que habitaban los guaraníes, salía de las prensas de Salamanca la gramática de Antonio Nebrija, primera de la lengua castellana. Desde entonces, han sido muchas las regulaciones y las controversias que las acompañaron. Hace más de doscientos años, el escritor ilustrado Juan Pablo Forner escribía Exequias de la lengua castellana, en la que cargaba contra los escritores y el mal uso que hacían del idioma. Cuando la literatura ha ido perdiendo influencia y son los medios de comunicación quienes marcan en buena parte las costumbres idiomáticas, son éstos quienes cargan con las críticas. Cuestión que se amplía en el campo audiovisual y de las nuevas tecnologías, que son hoy los medios más influyentes. El poder de la imagen ha venido acompañado por una economía extrema del lenguaje, la búsqueda del impacto, del continente por encima del contenido, lo cual unido a cuestiones como los extranjerismos y el poder avasallador del lenguaje tecnológico, está suponiendo un empobrecimiento de nuestro idioma. Los famosos ciento cuarenta caracteres y similares, se han terminado convirtiendo, por su mal uso, en torpedos contra la grandeza de la lengua cervantina. Esto en un momento cuando las regulaciones normativas y educativas tienen más influencia (al menos teórica) que en otras épocas. Sin embargo, no parecen servir de dique de contención contra el progresivo empobrecimiento del idioma castellano. Quizás la cuestión no se trate tanto de unas u otras regulaciones y normativas, sino de la falta de ese cariño que tiene el parlante guaraní con su lengua materna. Nietzshe dijo que toda palabra es un prejuicio, y que toda palabra tiene su olor. Creo que los castellanohablantes mantenemos lo primero, pero nos hemos olvidado de lo segundo. Se trata de percibir como el indio guaraní, pues cultivar la belleza de las palabras, con las que nos comunicamos, es preservar una de esas selvas que necesitamos para respirar.

2 Respuestas a “Del guaraní al español

  1. Me dio mucho gusto leer artículo, por tratar con respeto a mi lengua materna, el guaraní. Agradezco enormemente que lo haya escrito, señor Curto.
    Sí me parece curioso que menos del 1% de los hablantes actuales del guaraní, es indígena. El resto es de origen predominantemente hispano, que adopta el guaraní como lengua alternativa, preferida, o única.
    Bueno… Tal vez no sea tan curioso, ya que una proporción semejante de los hablantes del español, es española.
    Saludos.

  2. Acabo de hablar con Mirta, una mujer paraguaya a quien suelo ver un día sí y otro no, y por primera vez hablamos del guaraní. Cuando le pronuncié la palabra guaraní, parece como si se hubiesen preñado de magia sus ojos y ya no eran los mismos que le he visto siempre.
    Le pedí por favor que hablase en guaraní y se le agrandaba el entusiasmo a medida que lo hacía. Acabó diciéndome que en cada palabra guaraní habitaba un alma que la obligaba a brillar como un sol. Cuando regresó al castellano me dijo con tristeza:
    – A ustedes, al pronunciar una palabra, se les nota que no ahondan en ella y se les escapa como un viento que se pierde.

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