Miguel Rubio Artiaga

The Self Seers (Death and Man) (1911)-Egon Schiele

Desaparece lo bueno
deja de verse lo verde
la amatista se torna gris
llora la cima del Everest
mezclado
con los lamentos
de los muertos
congelados
que jalonan los hielos
de sus laderas.

LLora una violeta
que lleva en el pico
un joven cuervo.
La ventana abierta
que solo enseña
el paisaje mudo
irreal, inquietante,
de un cementerio.
El cerrojo
de una cárcel
que jamás pensó
que su hierro
todavía por nacer
en la fundición
acabara de carcelero.

Gime la nube atascada
en un embotellamiento
de carriles de aire
nudo de ráfagas apretujadas
en una mezcla gordiana
de irascibles vientos.
Gimen las venas
de una escultura
que tiene corazón
y conciencia
sentimientos.

Muere la vida muerta
se deshace la flor marchita
el gusano enterrador
que nace de la parca
y se pudre el tronco seco
con su cosecha de hongos.
Muere el muerto dos veces,
una con su cerebro parado
y otra dentro del ataúd
cuando la calavera
en el silencio lapidado
ya no tiene ojos.

Ya lloramos al nacer,
que nos recoja
la guadaña
con los ojos secos.
La mirada comprensiva
sin dolor despiadado
el rostro sereno.
El miedo vencido.
Decidiendo tu mismo
el exacto momento
de abandonar la vida
con una muerte digna.