Helena Garrote Carmena

Un esqueje es la parte tierna y viva que se corta de una planta para su injerto en otra, con el fin de que pueda seguir desarrollándose y crecer plenamente.
La cocina del infierno de Fernando Morote habla de eso, de pertenencia y desarraigo.
El escritor despliega su rica escritura para acercarnos a un grupo de jóvenes limeños; puedo verlos, rebeldes y contemplativos ante la realidad y los sucesos del país en el que les ha tocado vivir. Asisto a sus divertimentos y sus pecados. Podría darse en cualquier otro lugar del mundo esta deliciosa representación que nos hace el autor de una generación insatisfecha, en desbocada huida hacia delante, y en la que, en forma de pequeños pasajes, evoca momentos vividos de un tiempo pasado, ese tiempo de juventud en el que uno es siempre un nosotros.
Cierra el autor esa estampa y utilizando un hábil y potente cambio de estilo, nos empuja a que veamos la llegada de uno de esos ingobernables a un país lejano y diferente donde cabe la posibilidad de encontrar un futuro mejor, pero donde el recibimiento no es el esperado. A modo de reflexiones breves y contundentes, el autor tira por el suelo cualquier pequeña expectativa que el joven extranjero pudiera llevar en la maleta y lo suelta entre olores, espacios y personajes, donde la dignidad del recién llegado llega a caminar por un fino alambre. Veo en cada golpe dolor y entereza; bravura obligada, porque es así como se afrontan los cambios profundos.
Finaliza este cuento con un supuesto regreso lleno de humor y añoranza, porque la tierra tira y ¿quién no desea poder jugar una vez más a ser aquello que fuimos? volver a ser parte del grupo y, con un chasquear los dedos, querer implantar en aquello que más se quiere lo bueno aprendido al otro lado del mar.
Fernando Morote, una vez más, destila verdad y oficio en esta visita guiada por su cocina del infierno.
“En la fatua Nueva York
Da más sombra que los limoneros
La estatua de la Libertad
Pero en Desolation Row
Las sirenas de los petroleros
No dejan reír ni volar “
Joaquín Sabina / Pancho Varona (Peces de ciudad)
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