Carlos E. Luján Andrade

X: ¿Es preciso lapidar la obra de un autor o de un artista cuando no ha llevado una vida ejemplar?
Y: Dependerá de lo que se quiera hacer con su obra. A veces los que valoran a un personaje no tienen claro qué es lo que desean admirar.
X: Te refieres a los que buscan confundir a la persona con la obra, como si un gran artista fuera un ser iluminado.
Y: Los que protestan por esa lapidación son los que defienden la separación de esas dos vertientes. Se busca la estética o la moral y te preguntan: ¿acaso toda obra debe tener una moraleja?, ¿acaso el arte es un tipo de fábula?
X: Particularmente considero que una cosa no tiene que ver con la otra, aunque a veces los artistas no lo tengan claro. Es decir, en vida quieren que ellos, como individuos, sean tratados como seres especiales. Buscan el trato preferencial y el reconocimiento de su sociedad. Y uno se pregunta, ¿por qué debo tratar a este sujeto de forma especial? Y él responderá: porque soy artista. Entonces no tiene sentido aquella separación. En todo caso al que trataré con todos los honores será a la obra y me olvidaré del sujeto. Así no habrá autor, solo obras independientes sin conexión alguna.
Y: Sin embargo, existe una conexión obligada con el autor. Cuando se dice que debemos separar al artista de su obra, ¿qué nos están insinuando?, ¿qué esta no le pertenece? Eso es demasiado ególatra y metafísico.
X: ¿No crees que la obra se encuentra libre de todo pecado del autor?
Y: Algunos están convencidos de lo contrario. Como si fueran un instrumento de la divinidad. Así que lo hecho por su persona es ajeno a lo que hace como artista. Y vuelvo a preguntar, ¿quién hace la obra?
X: Pero la técnica es un proceso independiente a lo que eres como individuo. Está probado que se puede ser un gran artista y una mala persona a la vez. Una cosa no tiene que ver con la otra cuando intentamos valorar la calidad de un trabajo artístico.
Y: ¿Qué me dices de la grafología?
X: ¿Qué pasa con eso? Sé que es cuando analizas las formas y patrones de la escritura de un sujeto para encontrar características de su personalidad. Es un asunto psicológico.
Y: ¿No te dice nada eso?
X: ¡Es una pseudociencia!
Y: Pero estamos especulando desde el principio. Si podemos decir que tal o cual letra pertenecen a un individuo y con esta escritura sabremos quién es o cómo es una persona, no crees que pasará lo mismo con la escritura o una obra de arte. Que en los trazos unidos que forman su obra nos están revelando algo de ese autor o artista. El hecho que tal o cual construcción de palabras, formas o colores estén impregnadas con la técnica que aprendió a usar ya está imprimiendo a su ser en él. Y si por ejemplo este es un depravado sexual, un delincuente o un racista, ¿sería válido preguntarnos si aquí en el resultado de su obra hay algo de eso?
X: Es una hipótesis interesante, aunque de ser cierto lo que dices, ¿qué pasaría si aquel resultado de dicha obra es algo bello? Si cuando se aprecia con ojos “neutrales”, que no conocen que las manos que la crearon fueron las de un depravado, concluimos en destacar sus excelsos valores estéticos. Y si nos vamos más allá, si aquella obra influyó en el trabajo de otros artistas con una vida moral nada reprochable, ¿estaría contaminada su obra por aquel perverso origen?
Y: Para salir de aquel embrollo usaría al derecho.
X: ¿Qué tiene que ver eso aquí?
Y: Si te roban algo y el ladrón lo vende a otra persona que no sabe el origen de este objeto él no comete ningún delito. Como lo que sucede con los derechos de propiedad al inscribirse en la oficina de Registros Públicos. Si alguien adquiere un bien inmueble de forma inescrupulosa y luego la vende a otro sin saberlo, y después este lo termina inscribiendo a su nombre, entonces, a pesar de descubrirse el delito, ya no vuelve la propiedad al propietario original. Lo más que se puede hacer es que le den el dinero de aquel inmueble.
X: ¿Cuál es tu punto?
Y: Que el lector que leyó a Céline o a Grass, por ejemplo y no supo que eran un antisemita o un nazi respectivamente, está libre de polvo y paja.
X: ¿Y si lo sabe?
Y: Bueno, ya dependerá de su criterio. Imagina que un poeta tenga como referente a otro que fue acusado de violación sexual, ¿no crees que un lector informado sienta que la obra está contaminada?
X: Algunos académicos no toman en cuenta eso. Su apreciación va más allá de una cuestión moral. Su exigencia estética sobrepasa las circunstancias.
Y: El riesgo es que no toda obra puede separarse de su entorno. Si es una obra que representa la sociedad, sería imposible no ver tal trabajo sin analizar el trasfondo. Por otro lado, si es una obra con pretensiones subjetivas, inevitablemente se pretenderá escudriñar el interior del artista en ella. Se buscará saber más sobre quién fue o cómo eran sus demonios.
X: Por lo que mencionas solo la carga de la valoración se la estás derivando al que analiza la obra. Me dices que dependerá de cada uno lo que escoge ver.
Y: Entonces es una cuestión de época. Si imaginas un tiempo como los que vivimos, donde la corrección política es necesaria para reivindicar los derechos de las minorías, sería poco útil buscar el valor estético de una obra literaria o de arte dejando de lado el trasfondo moral. Vemos que ahora no buscamos hacer peor un mundo que lo vemos hecho pedazos. Si vamos a erigir una estatua o recordar a un autor, cuál sería el sentido de hacerlo con un personaje controvertido. Es mejor dejarlo de lado y buscar a quienes cumplen los requisitos que esta sociedad en este momento necesita.
X: No todo artista cumple una función social.
Y: Parece que ahora necesitamos a los que sí la cumplan. Al resto los dejamos para una época donde tengamos mayor claridad o cuando nos agotemos de la corrección política.
X: Todo es cíclico.