Carlos E. Luján Andrade

Y: ¿Crees en Dios?
X: ¿Cuál dios? Hay muchos.
Y: Bueno, depende. El que dice eso es porque no cree en ninguno. Aunque existen religiones que creen en más de un dios. La otra vez leí una caricatura de Quino. Tal vez ya la conoces donde un sujeto muere y va al cielo, y al ángel que se encuentra en las puertas de este le dice que quiere ver a Dios. El ángel le pregunta: “¿A cuál de todos?” El otro, indignado le increpa: “¡Al único y verdadero!”. Entonces el de la puerta se da media vuelta y pregunta: “¿Ya vino el encargado de los fanáticos?”.
X: Ja, ja, ja. Qué gracioso. Yo creo en algo, pero no sé si eso la pueda considerar una deidad.
Y: ¿Crees en los hechos sobrenaturales?
X: Dependerá de cómo se planteen. No he sido testigo de ninguno. Así que solo puedo referirme a ellos por testimonios.
Y: ¿Qué piensas cuando escuchas hablar de ellos?
X: Que debe existir una razón lógica para lo que estoy oyendo. ¿No piensas tú también en eso?
Y: Sí, pero dejo abierta la posibilidad de que no la tenga. Sabemos que la humanidad tuvo muchas preguntas en sus albores, se ensayó demasiadas respuestas y ahora último le hemos dado las explicaciones científicas.
X: Es que nos apresuramos a explicarlo todo con lo que tenemos a la mano. Cuántas leyendas y mitos existen en base a ese apresuramiento.
Y: No es apresuramiento. Aquellas interpretaciones eran lo que tenían a la mano. Eso que llamas leyendas y mitos, para ellos tenían el valor que nosotros le damos a la historia. Lo que sucede es que el método científico le ha dado un tamiz más realista a lo que vemos. Nos ha limitado la imaginación. Quizás se deba a que la humanidad se siente más protegida y por eso es que su espíritu se ha vuelto ocioso y poco temeroso.
X: ¿Poco temeroso? ¿Ocioso?
Y: Por supuesto. ¿Crees que algún ser humano o civilización de estos tiempos podría hacer una construcción de la magnitud de las pirámides de Egipto o Machu Picchu? Antes buscaría el costo beneficio. Hoy ya nada se hace sin tener en cuenta tal idea.
X: Hemos hecho ciudades más grandes y extraordinarias en los últimos cien años que en los dos mil anteriores.
Y: Es cierto, aunque se hicieron por miedo. El albur al que te somete la naturaleza no garantiza nada. Es tan poderosa que simplemente si lo deseara, nos exterminaría en poco tiempo. Imagina el planeta como un gran jardín donde pasa de todo. Nosotros como hormigas estaríamos expuestos a una inundación producida por una manguera o a las pisadas de los transeúntes. Lo peor es que no estaríamos ni enterados del motivo de esas calamidades. He ahí que en la desesperación por protegernos de lo desconocido más que de entenderlo, imaginamos deidades que nos protejan al no poder lograr resguardarnos de la naturaleza. Y es en esa tarea que hemos fabricados deidades colosales que son capaces de someter nuestras vidas por razones que van más allá de nuestra comprensión.
X: Y eso qué tiene que ver con la ociosidad.
Y: Bueno, el ser humano al lograr controlar tal incertidumbre que genera la fuerza de la naturaleza, léase ciudades, ha caído en una autosuficiencia y marasmo que lo ha hecho retar a la misma. Cree que desde estas ciudades (un punto pequeño en ese demencial jardín) puede controlar las miles de personas que le podrían pasar por encima. Menciono esto siguiendo mi anterior analogía. Es por eso que se ha atrevido a decir que no existe un dios. Peor aún, él mismo se cree arquitecto de su destino.
X: Era lo lógico. Ya no vivir pendiente de los peligros de la naturaleza nos hizo más introspectivos y analíticos. Logró que miráramos hacia nuestro interior y plantearnos preguntas más profundas sobre nuestra existencia. Es ahí cuando entró en conflicto con la idea de las deidades de muchas culturas. Eso sí, otras se adaptaron mejor como la budista o alguna que otra oriental. Creencias que permiten evolucionar tecnológicamente sin entrar en contradicción con su fe. Quizás porque ellos no tienen un dios como varias de las religiones occidentales o la islámica.
Y: ¿Eso no pone en riesgo nuestra supervivencia?
X: ¿Por qué tendría que ser así?
Y: Porque somos conscientes que toda civilización tiene su nacimiento, auge y destrucción. Esta desaparece cuando las premisas en la que sostiene su desarrollo dejan de ser ciertas. Cuántos sacrificios se han hecho antes de abandonar ciudades enteras precolombinas y tótems de piedra.
X: Me das la razón. El creer en algo que al final les falló, les hizo descreer. Perdieron su fe.
Y: Sí, lo que no perderán será que durante todo ese tiempo obtuvieron la entereza para mantener una vida firme y desarrollarse a plenitud a pesar de la adversidad a la que estaban siendo sometidos. Más aún, actualmente la gente que enfrenta problemas diarios de vida, se encomiendan a un dios y así creer que alguien desde alguna dimensión los protege. Esa supuesta ficción lo sostiene ante una existencia difícil. Es por eso que el ocioso no cree en nada. Sus problemas son mínimos, existenciales. La gran enfermedad de estos tiempos es la depresión, que para mí es un aburrimiento excesivo de un individuo que aprendió a creer nada más en lo que ven sus ojos. Una civilización atea jamás construiría una catedral o levantaría toneladas de piedras para satisfacer a algo que no ve. Esa pequeñez espiritual del ateo es porque no está siendo retado por nada.
X: ¿“Bienaventurados los pobres de espíritu porque de ellos será el reino de los cielos”?
Y: ¿Qué pasaría si eso fuera cierto?
X: No lo sé. No lo puedo descartar. El ser humano es muy complejo. Quizás reducir los límites de su pensamiento es lo que nos hace ecuánimes.
Y: Yo no descarto que en las creencias religiosas esté el verdadero camino de la integración del ser humano con su entorno porque este implica lucha y desafío. La ociosidad como consecuencia de una vida urbana es una ficción que solo nos lleva al caos personal y la depresión. La naturaleza nos plantea retos para que los hombres se integren a ella y no que la nieguen. Una civilización sin creencias ni fe en un ser supremo está condenado a la locura y la extinción.
X: ¿Y si ese es el fin del ser humano? Despojarnos de lo irreal para entrar en un mundo lógico pero a la vez extinguirnos como tales para luego evolucionar en un nuevo ente que pueda entender las reglas del universo que tanto tú ni yo comprenderemos jamás.
Y: No lo había visto de esa manera.