José Pastor González

The life of Weary (1892)-Ferdinand Hodler

no teníamos para comer, no teníamos para fumar, no teníamos ni para una miserable cerveza en el bar de la esquina. ¿cómo íbamos a pagar el alquiler? ¿cómo hostias íbamos a ser felices? ¿cómo íbamos a salir a tomar algo con los amigos? (las excusas que les dábamos a amigos y conocidos para no salir al cine o a un concierto o al campo o de cervezas, iban desde que no teníamos mucho dinero a que teníamos que ir a ver a nuestros padres, pasando por el que este fin de semana preferíamos quedarnos en casa o por el que estábamos griposos). y nos quedamos en casa, con las ganas, pasando un frío de mil demonios, metidos en la cama, sin cenar, con la ropa puesta y cuatro mantas encima. con hambre y frío. con tristeza y rabia. desesperados y zarandeados por el desánimo. y follábamos y leíamos y escribíamos. follábamos con la ropa puesta y sin salir de debajo de las mantas. y leíamos a tipos que las habían pasado canutas; John Kennedy Toole, Bukowski, Orwell, Jack London, Fonollosa, Roberto Bolaño… tipos que las pasaron jodidas y que no se rindieron. y -que más o menos- se salieron con la suya. y nos agarrábamos a ello, desesperadamente, con la esperanza que todo podía cambiar. que el amor y la literatura nos podían salvar. que los libros y el sexo le daba un sentido a la vida, a nuestra vida, a nuestra pobreza, a nuestra libertad, a nuestra fatigas, a nuestro hambre. éramos jóvenes, rebeldes, ilusos, ingenuos e idiotas y creíamos que teníamos una oportunidad con el amor y la escritura. creíamos que podíamos estar al margen y ser libres, felices y vivir de lo que escribíamos. el tiempo, el hambre, el frío, el amor y la literatura nos puso en nuestro lugar