Juan Patricio Lombera

VI
Jueves 20 de diciembre 2019
Estimado amigo:
Una de las peores pruebas que nos pone el destino es la de reencontrarnos con seres queridos después de mucho tiempo. Eso me ocurrió esta mañana, pero antes tuve ocasión de reencontrarme con el subsecretario de Gobernación en una cafetería de mi antiguo barrio llamada El juglar. En sí, Guadalupe Inn apenas ha cambiado con respecto a lo que yo recuerdo. Manuel M. Ponce sigue siendo esa deliciosa avenida que atraviesa todo el barrio y en la que se puede caminar despreocupadamente. Su camellón central arbolado y sus calles impolutas son todo un deleite para la vista. De hecho, hasta ahora, no he visto suciedad en las calles. Claro está que aun no me he paseado por barrios populares. A ello también contribuye que una patrulla de policía recorre todo el barrio permanentemente, amén de los agentes de a pie. No obstante, no pude dejar de ver alambres de púas en la parte superior de las bardas de algunas casas. Un reflejo de los tiempos que corren. Como sabes, no solo la ciudad de México sino todo el país vive un auge de la violencia que ya era elevado, pero que el actual presidente ha conseguido superar en su primer año de mandato. Siendo un extraño en mi propia ciudad, no puedo dejar de tener miedo en lo referente a desplazarme, ya que no controlo en la actualidad las coordenadas de por donde se puede y por donde no se puede pasear. Tampoco voy a dejar de vivir por ello. Afortunadamente, mis ahorros me permiten viajar cómodamente en taxis de lujo lo que disminuye, mas nunca aminora del todo, los riesgos de sufrir un percance.
Antes de hablarte de mi primera reunión, déjame hablarte de la librería El juglar. Se trata de un espacio cultural de los que ya quedan pocos. Cuántas veces, de joven, no fui a comprar libros para la carrera y cuántas veces no terminé tomándome un café con el dueño, que ampliaba mis conocimientos sobre la materia con su amplia erudición, de forma que cuando iba a comprar un libro me acababa llevando 3 o 4 y, ojo, algunos dada mi pobre economía de estudiante, me eran prestados. La colección de literatura y filología era única. Toda una pared estaba dedicada a las obras de Castalia. Daba gusto ver esas sucesión de libros clásicos multicolores con los estudios más completos, salvo quizá los de Cátedra, enfilados. Mi contacto en la Secretaría se llama Juan Rulfo y, pese a su nombre literario, siempre estuvo más interesado en la grilla que en la literatura. No sé porque cursó dicha carrera. Quizá para darle una alegría a su padre, editor de profesión. Él fue el que me contó haber visto propaganda electoral sobre Zedillo antes de que el dictador asesino Salinas nombrara a Colosio como su sucesor. Recuerdo que, cuando finalmente se produjo el dedazo de Colosio, yo me burlé de él y sus augurios. Sin embargo, tras el asesinato del candidato y posterior nombramiento de Zedillo, él fue el que se mofó de mi incredulidad. Juan Rulfo nunca mostró en público su ideología si es que la tiene. Más bien, ha sabido acercarse al sol que más calienta para ir ascendiendo. Si acaso, su mayor mérito fue apostar por López Obrador después de que este perdiera por segunda vez la elección presidencial. Todo el mundo lo daba entonces por acabado. Sin embargo, el rencor generado por los 12 años de panismo y su guerra contra el crimen organizado que dejó miles de muertos, y el retorno del viejo PRI de siempre; tramposo, corrupto e ineficiente, allanaron el camino del tabasqueño que, como sabes, ha conseguido un poder omnímodo como no se conocía desde la época del PRI Gobierno. El caso es que mi amigo se encuentra a un pasito de ser nombrado ministro y controla algunos de los resortes más importantes del poder; sobre todo la información de todo lo que ocurre en el país antes de que los periodistas tengan la más mínima sospecha. En ese sentido, su puesto y el de su jefe solía ser bastante siniestro, ya que eran personas como ellos los que determinaban aplacar a sangre y fuego un motín en una cárcel, incluso habiéndose rendido los sublevados, como hicieron los zorros en la década de los 90. Huelga decir que desaparecer gentes y ordenar torturas formaba parte de sus atributos, y no estoy en condiciones de decir que ya no ejerzan esos poderes, por muy bien que me lleve con mi antiguo compañero. Juan sigue siendo el joven que conocí, de ojos vivos que esconden su pensamiento detrás de sus gafas setenteras. Es capaz de desplegar una seductora amabilidad tras la cual bulle todo un estratega que calcula cada movimiento. Ninguno de sus actos es espontáneo y nunca hay que olvidar ese detalle. Físicamente se mantiene delgado y, sobre todo, sigue teniendo el pelo negro azabache sin apenas canas. En cuanto a su vida personal, tiene una hija fruto de su único matrimonio. Se ha divorciado, pero mantiene buena relación con su ex por el bien de su hija. Su conversación sigue siendo amena y llena de información. Es de los pocos políticos que he conocido con un conocimiento enciclopédico. Igual te puede hablar de Lacan como de Borges o de fútbol, intercalando picante chismes sobre los personajes más insignes de nuestra sociedad. Conociéndolo como lo conozco desde hace 30 años, creo que puedo confiar en él para conseguirme una chamba en la Secretaría a partir de la cual relanzar mi carrera política truncada hace 30 años por apoyar a un líder demócrata en lugar del candidato del régimen. Precisamente fue Juan quien me avisó en su día. En aquel entonces tenía un modesto cargo, pero sabedores de que era mi amigo, lo mandaron a mi casa. Para darme la noticia empleó ese tono falsamente dubitativo, con el que trasluce su molestia por ser el correveidile, más que sus dudas acerca de la información:
-Mira amigo… sabemos que todos los días te levantas sobre las 7 de la mañana. Desayunas y bajas al gimnasio de tu casa para hacer ejercicio durante una hora. Posteriormente, te aseas y estudias durante un par de horas la prensa matutina que llega a las puertas de tu domicilio. A partir de ahí, empiezas a trabajar tejiendo alianzas en san Lázaro, participando en manifestaciones y escribiendo artículos para Proceso y la Jornada. Tu actividad concluye en la noche y tras una frugal cena te retiras a tus aposentos. Como ves mis superiores, te tienen controlado. Estoy aquí, amigo, para darte el recado. O te vas o te van a enterrar. Lárgate a Europa o a Estados Unidos. Tienes una fortuna que te permitirá establecerte ahí. Es más si quieres te puedo conseguir una recomendación para que des clases de derecho, pero, sobre todo, nunca vuelvas.
Obedecí a mi amigo hasta que la caída del PRI abrió una esperanza. Ha sido difícil, pero por fin he vuelto. Juan me ha pedido paciencia, pero cree que mis contactos en España y mi trayectoria ameritan mi incorporación en el Gobierno. A su favor, he de decir que nunca me olvidó ni se avergonzó de mí. Siempre recibía correos de él y luego mails y cada vez que tenía una visita oficial a Madrid se hacía un hueco para reunirse conmigo en público. No quiero emocionarme, pero cuando vives en el exilio eso vale oro. En fin ya veremos qué me depara el destino.
Tras la reunión con Juan, me fui caminando a Plaza Inn; a los bísquets de Obregón lugar de nuestras antiguas tertulias con mis compañeros maestros de la universidad. Ese lugar siempre estará relacionado con Paco mi gran maestro que murió cuando empezaba a escribir mi tesis. Él era mi tutor y, como sabes, su muerte fue un cruel golpe del destino para todos sus entregados alumnos. He olvidado que vivo en México. De tal guisa que me presenté puntual a la reunión y cómo no, tuve que esperar unos veinte minutos a mis amigos. Mónica fue la primera a la que distinguí. Mantiene su pelo negro ensortijado y su mirada de niña buena incapaz de romper un plato con la que hechizó a más de uno. No obstante, en lo físico, su volumen ha crecido considerablemente en los últimos años. Como la había visto en Europa 3 años atrás, tampoco me sorprendió. Desafortunadamente para ella, el actual Gobierno ha exigido que todos los maestros así sean de primaria, deben tener título universitario o haber cursado la carrera de magisterio motivo por el cual ha sido despedida. No obstante, ella asevera que dicha medida aun no entra en vigor y que su despido es motivo de la inquina de la directora del plantel por las críticas que mi amiga ha vertido sobre ella. En ese sentido, Mónica ha cambiado para bien. Antes era mucho más discreta a la hora de expresar sus críticas. Lo que si no me gustó fue verla convencida de una de las nuevas religiones del New Age llamada reiki. Se trata de masajes que, mezclando mística oriental con negocio, buscan sacarle el dinero a los incautos haciéndoles creer que con dicho masaje se les va a alinear los chacras y esa alineación les permitirá mejorar sus vidas y ser felices. Claro está que si son tan babosos como para creer lo anterior, no es de dudar que ya buscarán el más mínimo indicio que confirme su mejora de estatus y los reafirme en su nueva religión. En fin, ya sabes que yo creo que la religión es el opio de los pueblos al igual que el fútbol, las telenovelas y toda forma de distracción que no conlleve una reflexión intelectual. En España, si supieran que pienso de esa guisa, ya me habrían tachado de pedante y clasista, dado el gran odio que existe hacia todo lo que representa la intelectualidad.
En cuanto a Norberto ocurre todo lo contrario. Ha reducido considerablemente su peso, pero su carácter se ha avinagrado. Me pareció que su mano le temblaba, pero él lo negó poniéndola recta, como si estuviese pasando un examen de alcoholemia. Despotrica de todo el mundo y no duda en dirigirse a los camareros de forma despótica y, a veces, con crueles sarcasmos. Lamentablemente ya no encuentro los elementos en él que me producían admiración y empatía. Ya no hay forma de reír a su lado y, sinceramente, no sé si lo quiero volver a ver. Sin embargo, lo peor fue hacer el repaso de la palomilla y de nuestros antiguos maestros. Entre ellos poco contacto queda y, entre los maestros, los que no se han muerto se han jubilado, de manera que Norberto viene a ser el último vestigio de un tiempo pasado. Finalmente, el último vinagre que echó en mi herida fue al hablarme de Lola, la esposa de mi maestro Paco. Ella es toda una eminencia en la literatura novo hispana; mujer adelantada a su época y echada pa´lante. No obstante, la edad no perdona. En la actualidad sufre de senilidad, de manera que es capaz de hacer la misma pregunta 5 veces seguidas. Iré a verla, a despedirme, en los próximos días. No me gusta, pero he de beber ese cáliz.
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