Y ASÍ SE CUENTA LA HISTORIA: “La muerte violenta y el golpe de buena suerte”

Ítalo Costa Gómez








Cuando era adolescente tenía una suerte inmensa para perder teléfonos celulares. Los dejaba en los taxis olvidados o en la discoteca de turno. Simplemente desaparecían. Era un dolor de cabeza para mis papás darme uno nuevo porque sabían que lo iba a perder. Con los años me volví mucho más responsable con ellos. No solamente porque son un elemento muy importante para mi trabajo, sino que además me mantiene comunicado permanentemente con mis más importantes presencias. Cuido mucho del celular no por el aparato en sí – porque cero con eso de andar luciendo el último modelo, no va conmigo esa vaina – sino por lo que me permite hacer.

La manera en la que se destruyó el último fue cosa de locos ya que lo «asesiné» yo y de la manera más violenta que se pueden imaginar. Los asesinos en serie de Alfred Hitchcock me quedaron chiquititos.

[Llama por favooooor, estoy tan indefensaaaaaa. Soy un globo sin par, un barco en altamar, sin patrón a la derivaaaaaaaaa uooooooooo]

Cuenta la historia que salía de una de las celebraciones de mi cumple del año pasado entre pisco y nazca. La felicidad se mezclaba con el agotamiento natural que me deja esa semana tan intensa que hemos compartido juntos antes que me vaya de vacaciones.

Tras un riquísimo picnic en un día soleado precioso y había llamado el taxi que vendría a recogerme para llevarme a casa. Tras tomarnos las fotitos de rigor coloque el celular en el bolsillo de un saquito largo oscuro que cargaba encima por si hacía frío. Digno. Nunca indigno.

Llega el auto. Me despido con pana y elegancia, me subo en la parte de atrás entre que acomodaba mi bolso y mis regalos sucedió. Mi jacarandoso destino se manifestó.

Cierro la puerta y se escucha un fuerte CRACK.

El chofer volteó a verme y me dijo que la puerta no había cerrado. Lo intenté por segunda vez y nuevamente CRACK RE CRACK.

Maldita sea. El saco había quedado fuera del auto y lo que sonaba era la puerta asesinando violentamente a mi celular. La pantalla se hizo añicos y el silencio horrible que se produjo cuando hicimos el descubrimiento se rompió cuando en ese el agónico aparato hizo su último suspiro. Alguien había escrito al WhatsApp y sonó.

[Tuti Tuti. Tuti Tuti]

La pantalla rota brilló por última vez y falleció. He soltado tal carcajada que el señor se mató de risa conmigo y el trayecto fue agradable y el incidente negativo pasó a ser algo hasta positivo. Algo que marcó el cumpleaños y me dejó una historia que contarles.

A la mañana siguiente – el mismo día de mi cumple – al salir del desayuno precioso que tuve con mi querida Maritere me fui a Claro a contarle mi dilema a la señorita encargada y comprarme el nuevo aparatito que me salió económico y el equipo es más lindo. Al final resultó ser un regalo de cumpleaños. Un golpe de suerte.

La actitud lo es todo en la vida, pequeños entusiastas. Si la vida te da la limones haz limonada y si te chanca el celular cágate de risa. Yo sé lo que te digo. Los dioses del universo te darán otro al instante si te ven reaccionar bonito. El tip es gratis.

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Una respuesta a “Y ASÍ SE CUENTA LA HISTORIA: “La muerte violenta y el golpe de buena suerte”

  1. Jajajajajaja. Eres un caso, Ítalo. Apúntate una cosa. Si alguna vez salimos de copichuelas tú y yo y acabamos entre Pisco y Nazca, no me pidas prestado el celular. Abrazote y queda con Dios.

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