Miguel Rodríguez

A veces algún padre muere inesperadamente, algo sin curar, un mal resfriado, y llega al cementerio arropado por los suyos, que le despiden con lloros, oraciones y declaraciones de amor más allá de la muerte. Esa primera noche sus hijos pequeños, muertos hace tantos años, salen a saludarle, le han oído llegar, le estaban esperando, y le preguntan con ansia infantil, con horror, casi con inocencia, papá, cuéntanos, ¿de verdad hemos venido de París?
