Miguel Rubio Artiaga
El verso es un camaleón
que cambia de color
pero no de cuerpo.
Que se adapta al entorno
sin cambiar de ideas
ni matizar el cerebro.
Es un perrito de compañía,
una gata cariñosa,
y el perro lobo más fiero.
Es un brebaje asesino,
un neurocirujano,
y un canto hechicero.
Un néctar inocuo,
una cucharada de aire
y un tsunami traicionero.
Todo esto es el verso.
Es el abrazo que te consuela,
y los patucos para el Invierno.
Un dardo con tu nombre escrito,
que si lo manejas bien,
siempre acierta la diana en el centro.
Un torrente vivo de sentimientos.
El verso es un camaleón
que siempre camina disfrazado,
un detective privado,
de esos que, a la vez, son duros y tiernos.
No tiene ningún color
porque tiene todos los colores.
Puede hacerse hasta invisible,
empujando, para que cambien los tiempos.
Cuando se siente perseguido
se transforma en un laberinto,
de letras escritas en clave
y de ecos declamados por el viento.
Todo esto es el verso.
El verso tiene una espalda infinita
que puede con todo lo humano.
Malo si es malo, bueno si es bueno
Lo que siempre debe ser, es sincero.
Puede ser el canto más bastardo o villano
y la romanza del más noble caballero
Las sensaciones por encargo,
además de no ser posibles,
se convierten en veneno.
No espere un poeta cobarde,
que sean valientes sus versos.
No se alquilen los cuentacuentos,
que para ser un juntaletras
o trepar a la mesa de un funcionario,
no hace falta tener talento.
Solo esto te exijen los versos.
Mal poeta será, el que quiera, tirano,
mandar a la fuerza sobre ellos.