Ángela Zorrilla

Aprendamos a hablar con cuerdas rotas.
Una tarde, me encontré con una guitarra, la guardé dentro de mi piel y arranqué a correr. ¿Por qué? Es sencillo: en ocasiones, el ruido distorsiona tus palabras… Los pasos vuelan, las letras se difuminan, las esperanzas se bifurcan y los caminos colisionan entre ellos.
Eso se llama rutina, querido amigo.
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