Santuario

Francisco Segovia

Santuario

Abandonamos la Tierra después de haberla expoliado por completo. Contaminamos sus aguas y sus mares, llenamos la tierra de productos tóxicos y convertimos todo en un inmenso estercolero. Nos ahogábamos en nuestros propios excrementos. Entonces llegó el descubrimiento del siglo, casi de toda la historia de la humanidad: había un planeta similar al nuestro, apenas a unos años luz de distancia. Lo suficientemente grande y apto como para iniciar una nueva vida.

Todos nos pusimos manos a la obra, y en poco tiempo, usando los últimos recursos del planeta, fabricamos enormes naves para trasladar a la mayoría de la población. Cierto es que muchos se quedaron abandonados atrás: los de los países más pobres o con menos recursos, a los que no se dio opción alguna. Un sacrificio necesario, nos dijimos los afortunados elegidos.

Navegamos por el espacio a velocidades casi lumínicas, y llegamos a “Santuario”, el planeta que nos acogería, en apenas cinco años.

Ahora, los pocos supervivientes, deambulamos por un planeta desolado, sin recursos, contaminado y que se ha convertido, en vez de en un refugio, en un cementerio. Porque solo cuando llegamos, agotando el combustible, y nuestros científicos descubrieron el rastro de una antigua civilización y lo que había dejado tras ella, nos dimos cuenta que, en este planeta maldito, otros como nosotros habían hecho exactamente lo mismo de lo que nos avergonzábamos: destruirlo todo y huir.

Nos queda el agridulce sabor de la venganza, porque sabemos que esos otros supervivientes hicieron el recorrido inverso, y que ahora yacerán muertos o errantes por nuestra vieja y agotada Tierra.

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