Miguel Rubio Artiaga

No perdonar, no perdono,
no olvidar, nada de olvido,
hay que recordar las caras
los nombres
los apellidos,
los torturados, los inocentes,
los enterrados en la noche,
los desaparecidos.
Muertos por pensar,
siquiera diferente,
solo pensar.
Un gramo de tirano
pesa como mil kilos
de homicidios.
Violadores de la Libertad.
Genocidas ilustres.
Sodomitas de la Dignidad.
¡Premios Nobel de la Paz
a asesinos distinguidos!
Admiro quien absuelve
al que le ha robado vida,
al torturador,
al confidente.
La prisión,
desde un corazón herido.
Pero yo no perdono
y en nombre de ellos mismos
de las calaveras
que callaron en muerte
y ya no pueden hablar.
No quiero olvidar, no olvido.
Han cambiado las caras,
las formas de engañar,
Antes fueron abuelos y padres
ahora son sus hijos.

No les creo.
Miran con ojos falsos
desde tu mirada al suelo.
Hienas, que comen buitres
en los hemiciclos,
en los noble pasillos
donde se acechan
jugándose nuestra existencia,
según sus bolsillos e intereses
como si fuéramos niños.

No perdono
un solo
sueño roto
ni la zona gris de mi corazón,
ni cuando la rabia,l a impotencia,
cada latido reprimido.
No tiendo mi mano
ni doblego la rodilla,
no os reconozco
ni como poderosos
ni nada que ver conmigo.
Mucho tendréis
que cambiar
para que dejéis de ser
los verdaderos enemigos.
No perdono.
no os olvido.