SARDANÁPALOS: TATÁN (1962) [Fragmento]

Fernando Morote










La lírica de la puñalada”

SONETOS

I

En el año treinta ¿qué edad tendría?
su viejo captaba todo al revés
paciente psiquiátrico el puto francés
de cinco Marzos el Niño Dios no pasaría.

Chico lindo con frenillo en la lengua,
abnegada costurera la mama
su “Ángel”, su “Príncipe”, lo aclama;
el defecto al mocoso no mengua.

Nombre con apóstrofe y pegada,
mordía feo la “r” el gran pendejo.
No se hueveen, vengo de los D’Unian.

Luisito para toda la gallada,
hombre mono sin mirarse al espejo
azotándose el pecho gritaba “¡Soy Tatán!”.



II

Con Gutapercha y la cachiporra
veloz fue el aprendiz de delincuente,
se atrevía a todo el mozalbete
en el miserable barrio de Las Carrozas.

Líder de la mancha de humillados
pasó de pájaro frutero a ave rapaz,
nadie en su casa se sentía capaz
de rescatar al padre abandonado.

Dejó el colegio para andar con rateros
harto de la estrechez que lo aplastaba
y de cargar la cruz del hijo clandestino.

Era su orgullo ser el buitre callejero,
para estar alerta, hojas de coca masticaba
el maestro del bolsiqueo y el carterismo.



III

No era falso su espíritu de poeta,
la generosidad con que se movía
en urgente necesidad lo cubriría
del soplido de una corneta.

¿Defensor de los pobres o manipulador?
Respetado y querido por los vecinos
no me cuenten historias de mininos,
el tipo no era más que un marica timador.

No se comportaba con moderación,
los boleros de la época jugaban a su favor
experto en ajedrez, rápido de cabeza…

Nada lo excitaba tanto como la traición,
el jale con las hembras era su principal valor,
labia y sonrisa para sus delirios de grandeza.



IV

Hampón caficho, no le niego lo buenmozo.
Encantador, coqueto y jijuna
se metía a la cama con más de una;
hacíales comer de su carne un trozo.

Gustábanle las gatas techeras,
rey de huariques y burdeles al mango
parrandas, francachelas y fandango
levantaba pitucas, sirvientas, obreras.

Mezcla de blanco, cholo y criollo
el salto del tigre, su especialidad.
El bigotito a lo Jorge Negrete,

su séquito ignoraba el meollo,
luciendo alhajas en variedad
gozaba rompiéndoles el ojete.

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