Betty

Miguel Rodz

Storefront, Avenue Des Gobelins (Foto)-Eugène Atget (1857-1927)





Durante años recorrí aquel camino al salir del trabajo, con los ojos cansados del día. Al llegar a un cierto punto, un semáforo insalvable me obligaba a esperar y mirar alrededor. Así es como un día reparé en ella, por el comercio de costuras y vestidos.

A partir de entonces espiaba a diario sus poses de pensativa, despechada, romántica o femme fatale. Se llamaba Betty. Al menos yo la llamaba así pues, aunque no nos habíamos presentado formalmente, no quería referirme a ella como si fuera una extraña. Aburrido de las curvas de la carretera, deseaba observar las suyas unos instantes, y al aproximarme a aquel punto reducía la velocidad para coincidir con el rojo del semáforo, sin que ella sospechara que un desconocido la había incluido en su vida. Conducía expectante, anticipando la postura corporal, intelectual o afectiva que pudiera desplegar esa noche. ¿Traería minifalda? ¿Vendría de estampados? ¿Apoyaría quizás la cara en la palma de la mano? Yo, ajeno a las señales de mi camino, soñaba que estaba melancólica y que deseaba compartir café, conversación y tal vez beso.

Una noche me alarmé ante el rótulo de Liquidación Por Cierre Inminente. ¿Qué iba a ser de ella, de nosotros? Al instante, aparqué el coche y me aproximé al comercio, atónito por esta separación no anunciada. Ella vestía lunares con escote. Nunca la había mirado tan de cerca. A los pocos días la meterían en un camión de mudanzas con sus vestidos y collarines. O, tal vez, la trasportarían desnuda y despojada de estampados, retorcida en una caja de embalaje que iría a parar a otro comercio del que yo ya no tendría noticia.

Me acerqué aún más y pegué la cara y las palmas de mis manos al cristal, lo único que nos separaba. Me pegué muy juntito. Y con pesar, pero con toda la pasión con que se despide a un amor que no pudo ser, la besé.

Betty.

Después me fui. Regresé a mi vida desencajada y a mis besos de plástico. A mis amantes, que nunca eran románticas y siempre fatales. Encuentros sin café ni vestidos estampados. Me paro a destiempo en todos los semáforos.

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