Pedro A. Curto

Cuando el 15 de enero de 1919 eran asesinados Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht, por elementos paramilitares de los Freikorps en complicidad con el gobierno alemán, así como se reprimía con dureza la rebelión espartaquista, se estaba poniendo una de las patas de lo que luego sería el nazismo. Sobre el aplastamiento de la República Socialista Libre proclamada por Liebknecht, comenzó a engendrarse un III Reich, que no evitaría la endeble República de Weimar. “Según Hannah Arendt, los asesinatos de Luxemburgo, Liebknecht y otros muchos socialistas le allanaron el camino a Hitler, que inició su campaña sobre las ruinas de la I Guerra Mundial, haciendo uso de la misma violencia política con que se instauró la República de Weimar.” Es lo que analiza la autora holandesa Joke J. Hermsen en su ensayo Un cambio de rumbo (Ediciones Siruela), donde penetra en las figuras de la activista Rosa Luxemburgo y la filosofa Hannah Arendt. Viviendo en épocas diferentes, con concepciones distintas, pues la descubridora de la banalidad del mal mantuvo un postura crítica frente al marxismo, fue sin embargo una admiradora de la revolucionaria polaco alemana: “Me gustaría creer que todavía hay esperanza de un reconocimiento tardío para Rosa Luxemburgo y su obra, de la misma forma que me gustaría confiar en que al final obtenga el lugar que se merece en las ciencias políticas.” Es lo que señalaba Arendt en 1966, que también escribió un prólogo a una edición de su obra La revolución rusa. Y ese reconocimiento se ha producido en parte, pues de los líderes históricos del socialismo es de las más reivindicadas, cuyas obras se reeditan, y siguen apareciendo nuevos ensayos sobre ella y su obra.

Rosa Luxemburgo (1871-1919)

Hannah Arendt (1906-1975)
Hermsen parte en su ensayo de los movimientos actuales que afloran aquí y allá, en particular de los chalecos amarillos franceses, que conoce en primera persona, para resaltar la vigencia de dos mujeres que por caminos diferentes se atrevieron a decir algo fundamental: No al poder dominante, a todas sus trampas y entornos. Y lo hicieron con un espíritu crítico y lucido, incluso frente a quienes eran sus compañeros. Es precisamente eso, señala la autora, la que da vigencia a sus obras, en unos tiempos confusos, de conformismos, de peligrosos retrocesos. La democracia debe ser algo más que las formulas de unas democracias liberales en crisis de representatividad, entre otras. Siguiendo la estela de la filosofa, la autora del ensayo sitúa las cartas de Rosa Luxemburgo como una de las partes fundamentales de su obra. Allí aborda no sólo la política, sino temáticas diversas, desde la música a la botánica, la literatura, cuestiones sociales como la prostitución o el sistema penitenciario que padeció en carne propia. Ambas creían que se tenía que construir un espacio político que la ciudadanía debía ocupar y no abandonar a la política más estructurada, o como dijese Machado, hay que hacer política, porque si no te la hacen. Lo que Joke J. Hermsen sitúa reivindicando a Arendt frente al neoliberalismo y los populismos, “El totalitarismo es un sistema completamente instrumental”, señala, que como dijese la filosofa, “volverán a sacar la cabeza por todas partes”.
Se da la paradoja que la directora de cine Margarethe Von Trotta dirigió la película Rosa Luxemburgo y años más tarde, Hannah Arendt y que ambas fueron interpretadas por la misma actriz, Barbara Sukowa.