Carlos E. Luján Andrade

Podemos decir que los planetas bailan alrededor del Sol, que la Luna lo hace circundando la Tierra y nosotros en torno al sentido de nuestra existencia. En líneas generales, todo es una fiesta. El movimiento inherente al sentido de la vida nos hace perseguir el ritmo del latir del corazón. Es en ese compás donde la felicidad, el desencuentro y lo inevitable copan los días. Y es de esa manera que arranca el poemario Fiesta de Denisse Vega Farfán: Fiesta: lo que nos mueve no es la música; / es la articulación de nuestro abismo. / No es la energía; es el cansancio, / la fatiga de conducirse con diligencia de artrópodos / para un vicio ajeno.
En los poemas observamos un viaje intenso y contemplativo. Integra lo cotidiano con lo introspectivo porque sabe que aquello que observamos es solo un reflejo o reacción de nuestro ser: Colinas de cuerpos, cementerios de terracota. / Entre ellos crecimos, elevamos nuestras ciudades, nuestro deseo, / nuestra forma de caminar hacia la muerte.
Describe su nacimiento con la violencia natural del mundo que la acogerá y donde podrá expandir su visión aunque no sin preguntarse el origen de tal inquietud: ¿Y el órgano de Poesía?: indetectable al transductor. / ¿Desde qué cálculo audaz de esta ingeniería / -que me talla el mural de mis predecesores- / viene replicándose esa invisible molleja de fauces y palabras / que me resumen escribiendo aquí ahora? Para luego sentenciar con resignación: Te cansarás de las palabras / las palabras se cansarán de ti / La poesía no aguardará la reconciliación.
En poemas como Postal, desarrolla no solo imágenes sino que estas construyen paisajes e historias que reflejan el abandono, así como en Humo en el que en un ambiente enrarecido y descriptivo, la imagen natural se vuelve confesional. El ir y venir ejerce la tensión en las representaciones de una ciudad a orillas del mar. Es ahí donde ancla la mayoría de sus versos porque en la descomunal pasividad que se contempla, le ayuda a sintetizar la inmensidad de un mundo interior. Algunos poemas, luego de mostrar sus imágenes, sentencian con vigorosa sabiduría frases que cierran el círculo de su intención: No hay respuesta / y por eso retornamos. / Porque una respuesta asusta, / porque una respuesta engendra –inevitablemente- / su rival.
La poesía presentada por Denisse Vega Farfán contiene figuras marinas, términos biológicos que sostienen representaciones complejas y nos ayudan a comprender más el escenario que la poeta nos quiere presentar. Lo que destaca de su labor es que la inmensidad marina, al realizar pertinentes juegos de palabras, la aligera con ritmo y frescor: No persigo al cetáceo, / aunque –a veces- envidio su dominio sobre las inmensidades / remotas y oscuras, / la fortuna de reducir las toneladas del mundo / a un parpadeo.
A la vez, se mimetiza con la naturaleza hostil, se identifica. Se aleja de la enormidad marina y se condensa en las orillas donde habitan seres que también pueden reflejar sus pretensiones poéticas pero con más crudeza: Soy un alacrán / y resplandezco en la noche. / Cuanto más tiznada / mayor mi flourescencia. / Por el destino voy / señalando mis dominios de polvo / ante la reluciente vaciedad de los astros. / No hay destino. / A donde mire / es la misma frontera salina / con la ilusión de un mensaje doblado / en alguna alta nota del viento / que me derriba con la misma furia / con la que me levanta. / Ahí, en esa contradicción, / danzo, / hundo mi aguijón, / fluye este veneno / que es mi virtud / y te paraliza.
El poemario “Fiesta” posee diferentes niveles e intensidades, y cada texto comprenden intensiones fijas y bien delimitadas. No hay excesos porque busca un final cerrado aunque con imágenes potentes pero no tan abiertas. Su intención es clara. Sobre todo cuando al abordar los recuerdos infantiles, la nostalgia revienta en el presente al ser contrastada con lo añorado: Un trompo ciego / girando veloz / en esa cámara lenta: / eso era yo. / Una armadura de lino / cosida por tus manos. / No resistiría mucho tiempo / después de tu partida. / Las demandas de lo real empezaron a romper sus costuras / con sus amenazas. / De pronto, me convertí en un gigante / intentando protegerme con el arnés / de una termita.
A pesar de tan festivo título, el poemario representa la nostalgia del movimiento, en el paso perdido del baile hace segundos ejecutado. En el halo del tiempo ido está la historia de nuestra evolución. Es el final de la alegría y el comienzo de la tristeza donde solo queda el consuelo de la fiesta interminable. El testigo de la pena existencial es el espectáculo marino y a la vez, los lectores somos los husmeadores de una expresión oceánica de una poesía que hace posible lo imposible.