José Pastor González

Foto-Joan Colom
éramos quinceañeros de barrio
haciéndonos los duros en unos tiempos duros
sin oficio ni beneficio
éramos más nerviosos que agresivos
más vulnerables que peligrosos
éramos como lagartijas de sangre caliente
correteando por descampados y parques
siempre buscando un rincón donde diera el sol
no había mucho más que hacer y esperar
y ver a las mamas recoger a sus hijos al colegio
ponía algo de emoción a nuestras vidas
daba un sentido a estar tirados en el parque
sin litros sin canutos sin futuro
las había macizas de paso decidido desafiante
diosas por las que hubiéramos dado la vida
las había heavys con sus camisetas de los Maiden los Barón Rojo o los melosos Scorpions
con mallas ajustadas que marcaban sus prietos y suculentos culos
las había más hippyosas vaporosas suaves
siempre con una risa fresca escapándose de su boca
las había elegantes con sus faldas que parecían hechas a medida
para realzar sus piernas sus movimientos su poder
estaban las que nos saludaban y estaban las que evitaban pasar a nuestro lado
las había provocativas y las había recatadas como monjas viejas
las había de culo perfecto y las culonas y las de culo caído
las había de tetas que nos volvían berracos y las había planas como tablas
las había satisfechas e insatisfechas
escandalosas y silenciosas
las había puteadas y las había de las que podían convertirte la vida en un infierno
las había de labios ardientes y mirada lasciva
y las había frías como el hielo
unas llevaban siempre prisa
a otras les gustaba entretenerse en el parque o en el bar de Simón
las había princesas y las había currantes (camareras peluqueras fruteras pescaderas mujeres de la limpieza)
las había descaradas y las había timoratas…
cada uno de nosotros teníamos nuestras preferidas
y no había ningún problema si había que compartir
había vecinas primas tías amigas de nuestras madres
hasta había una madre de uno de la pandilla
todas eran hermosas
eran la alegría del barrio
las que ponían algo de color calor alegría imaginación
a un barrio que no tenía mucho que celebrar
sin saberlo
todas ellas
nos dieron algo de esperanza
algo de ternura
algo de pasión y emoción
algo con lo que soñar
y que estaba al alcance de nuestras manos
ellas eran el único motivo
por el que merecía la pena luchar a muerte
en este barrio
que no tenía nada de hermoso