Y ASÍ SE CUENTA LA HISTORIA: “Sé lo que hiciste el invierno pasado”

Ítalo Costa Gómez









Con el resentimiento que padece mi cuerpo con la llegada del frío también experimento una sensación de hiper sensibilidad emocional. Los primeros días del invierno tienen un impacto bien alto en mis emociones. Eso puede notarse de varias formas. Por ejemplo, me pongo de mal humor por cosas que comúnmente tolero sin drama alguno. También lo veo en que cualquier detalle me hace llorar. Una canción, una película, un animalito, el silencio de mi cuarto… siempre encuentro fácilmente algo que quiebra el escudo protector y zas… Victoria Ruffo is in the building.

Debe durar unos quince días hasta que me amoldo a la nueva estación. Mi cuerpo se recupera y sube mi estado de ánimo. Sé que durante esos primeros días debo aislarme un poco y evitar reunirme con mis amigos o tener sobresaltos en el trabajo para no andar jodiendo a nadie y estar conmigo mismo, protegerme. El año pasado no fui tan prudente y las cosas se salieron un poquito de control.

Cuenta la historia que se había formado un pequeño equipo de personas para modernizar la página web de una cantante que recién empezaba a hacerse conocida en el medio artístico y entre los que ayudaban a moldear su imagen y asesorar en los detalles del portal virtual estaba yo. Habíamos entrado a julio, uno de los meses más fríos en Lima y yo me sentía particularmente sensible. Como buen hijo único siempre he tenido problemas para tolerar la frustración. Me esmero mucho en hacer bien las cosas y cuando alguien pone algún “pero” indicando que no está perfecto me pongo a la defensiva. Es algo con lo que tengo que pelear todo el tiempo y peor en esos días.

Uno de mis compañeros había presentado un esquema totalmente diferente al mío para el seguimiento de los fans de Sheyla (vamos a llamarla así a la niña del arte). Él y yo no estábamos de acuerdo en cómo se medían mejor las sensaciones del público objetivo y cómo acrecentarlo. La verdad es que yo, como en casi todos mis trabajos, era un ave de paso. No iba a vivir los resultados junto a ellos. Mi misión era ayudar a gestarlos y punto. Eligieron su esquema y descartaron el mío. Era una probabilidad y a mí me pagaban de todas maneras. Era una lluvia de ideas en la que el chance que no eligieran la tuya era muy alto. En lugar de acatarlo como una persona madura, felicitar a mi colega y seguir la chamba me puse en plan.

-No estoy de acuerdo con lo que van a hacer, Sheyla. He trabajado antes bajo el esquema que propone Claudio y es muy difícil de mantener con el tiempo. – No debí. Muy mal eso.
-Comprendo los riesgos, Italo. Tu esquema nos parece súper valioso y lo vamos a tener en cuenta para más adelante. Seguramente.

La palabra “seguramente” golpeó más mi ego y sin poder evitarlo los ojos se me pusieron rojos. Se aguaron. Pasar esos momentos en familia y amigos es una cosa; en el trabajo es otra. Habla muy mal de mí porque se puede tomar como envidia y poco profesionalismo. No puedo vivir explicando que se trata del frío y que, como Shakira, lloro una vez al día.

-¿Estás bien?, ¿estás triste?, ¡No estés bajoneado! Te prometo que vamos a usar tu idea, en verdad. – La pobre pulpina conmovida.

Me dio risa su respuesta y empecé a reírme bajito mientras se me salían las lágrimas. Esta debe haber pensado: ¡mierda, con qué clase de loco bipolar estoy tratando!, ¡María Magdalena ayúdame! Roguemos al Señor de Muruhay.

No me quedó otra que explicarle lo que me pasaba. Tuve la suerte de que me entendiera y que nuestra conversación se mantuviera en privado. Ella me contó que con el invierno su estómago se revolucionaba y tenía que ir varias veces al baño a hacer popó. Fue una empática cómplice y me hizo sentir mejor.

A los días abandoné el equipo y aparté a un lado a Claudio – el compañero triunfador – y le dije que lo felicitaba. Que había visto bien su trabajo y que creía que con un poco de esmero extra podía mantenerse durante todo un año; que le había dado un toque creativo que yo jamás hubiera podido idear solo. Nos dimos un abrazo y así cerré – con la conciencia tranquila – mi ciclo en ese equipo.

A partir de ahí con cada llegada del Sr. Invierno me encierro durante los primeros diez días porque sé que se le suma a la fiebre un poco de lluvia interior y que debo esperar a que pase para no mandar a la mierda a la gente ni llorarles cuando mi pobre corazón no se sienta atendido. Qué huevada.

[Debe ser lluviaaaaa, gooootas de lluviaaaaa… se siente como lluuuuuviaaaaa saliendo de mis ojoooooss… Solo eso puede seeeeer]

Anuncio publicitario

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.