Ítalo Costa Gómez

Debo reconocer que desde que llegó el COVID-19 al Perú en lugar de acercarme a la gente virtualmente hice todo lo contrario. Desinstalé el WhatsApp porque una cosa era mantenerme comunicado con la people mientras yo tenía una vida allá afuera ya que todo tenía ritmo ligero, respondía en mis descansos del trabajo y más que nada quedaba con la gente para ir a cenar o tomar algo. Siempre era para coordinar citas. Pero encerrado en casa más de un año eso ya no tiene sentido. Tampoco me gusta mucho hablar por teléfono. Si no salgo del Facebook ni del Twitter es porque tengo que trabajar.
Fuera de eso solo mantengo comunicación constante con dos o tres amigos de toda la vida, con mi hermano (que es siempre lo mejor de mi día) y con las personas de la chamba. Punto. Así soy yo. De pasar a tener reuniones diarias en un ritmo de vida muy agitado rodeado de personas pasé a estar muy solitario, como el llanero con solitaria.
La mayoría de amigos que me conocen bien saben que los acompaño a mi manera. Con mis relatos, mis fotos, mis bromas. Saben que estoy ahí y que si hay alguna emergencia me pueden llamar y atenderé. Sin embargo, hay gente que quiere que seamos como ellos quieren que seamos y así no es la nuez, papi.
Cuenta la historia que en una de mis poquísimas salidas a la calle tuve que ir a Wester Union y en la cola estaba la hermana de una amiga de La Punta. Por supuesto que me acerqué a saludarla.
-Mira dónde se cruza uno con la gente querida. Hola, Marianita.
-Hola. – secaza la huevona, con cara de haber chupado limón con el culo al aire como dice el coco loco.
Ante tremendo gesto no me quedó de otra que hacerme el sueco y alejarme como que sonaba el celular o que me llamaba el espíritu de los Apus. Una vez terminado el trámite salgo cueteado, me desinfecto hasta el páncreas y recibo tres correos de la famosa Mariana.
[No fue uno, ni fueron dos. FUERON TRES. Los amigos que te vieron con él moliendo caña. Yo me iba a casar contigo por poco meto la pata y ahora no quiero ni verte, puedo hacer un disparateeeee]
El subject era «Me borraste del Whatsapp a mi hermana y a mí». Llegué a abrir el primero y era tan largo y dramático que no pude terminarlo. Me decía cosas como que «había abandonado a su hermana en la peor época» y no sé qué más. Era una escoria yo, un malévolo. Poco más y me pone que no le paso pensión alimenticia.
Le respondí la verdad.
«Marianita, no he borrado a nadie. Ya no tengo WhatsApp porque es una de las maneras en las que estoy lidiando con el nuevo estilo de vida. Justamente para evitarme dramas como éste. Todos estamos sobreviviendo como podemos. Me fui, pero volveré… cómo las oscuras golondrinas.»
Qué tal vaina. Qué extraño ver al mundo entrar en esta etapa de duelo y qué interesante al mismo tiempo. Vivimos el final de una era y estamos buscando como incorporar las nuevas personas que somos a esta nueva realidad. Todo ha cambiado. Ya no somos los de antes y estamos ante nuevos retos y cada quién se está encontrando consigo mismo, pero no es fácil para nadie.
Ojalá que juzguemos menos y entendamos más. Cada quien es un mundo, nadie sabe lo de nadie y al pan, pan y al vino, vino.
[El usuario al que ha llamado está temporalmente fuera de servicio por falta de uso. Keep trying.]