Francisco José Segovia Ramos

Tal y como se indica en la contraportada, esta novela se publicó en 1881 y se adelantó con su particular máquina del tiempo a autores como H. G. Wells.
“El Anacronópete” comienza en un París inmerso en su exposición universal, donde cada invento es un adelanto de la modernidad y de un futuro sin fronteras. Allí aparece un inventor español con su particular máquina del tiempo.
Lejos de la poética de Wells, o de la aventura sin paliativos de Verne, Gaspar y Rimbau nos narra su historia en un tono cómico, aunque con algunos momentos dramáticos. No obstante, los apartados científicos no quedan al margen de la novela, y el autor se para a detallarnos ―aunque no con mucho detalle― las características de la máquina que, además de trasladarse en el tiempo, lo hace por el aire.
Enlazando una historia de amor y de celos y también una investigación casi filosófica, los pasajeros de Anacronópete viajan a la China del pasado, lo pasan bastante mal en la Pompeya el día en que fue sepultada por el Vesubio, y logran regresar sin demasiados daños al París de su época.
Gaspar y Rimbau no pretende sentar cátedra con su obra, que parece más un ejercicio literario para diversión de su autor y de los lectores de la época, que una novela que quiera marcar un antes y un después en la literatura de género.
Aunque bien escrita y con un ritmo adecuado, peca de excesivos desvíos de la trama principal, el final, un tanto precipitado y forzado, no acaba de convencer.
Por lo demás, merece la pena tenerla entre las obras de género de cualquier biblioteca, como una joyita muy desconocida de la literatura española.
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«EL ANACRONÓPETE», de Enrique Gaspar y Rimbau, Editorial Gradiente, 2017