Ítalo Costa Gómez

A veces uno se puede meter unas alucinantes metidas de pata con las personas sin querer. A pesar de la buena voluntad puedes quedar muy mal con un sencillo comentario que sobrepase levemente la línea. Hay que tener cuidado para hablar porque – hasta con las mejores intenciones que podamos albergar – no siempre tenemos el piso seguro al avanzar. Como cuando le ponen gaseosa a un buen vaso de ron y la cagan sin querer. Te explico cómo es la nuez y te exagero. Te cuento un triste testimonio de talk show.
[Cuéntameeeeeeeeee, cuéntame sobre tu vida. Trataréeeeeeeeeeee de quererte todavía. Ay, Dios. Ay, Diooooooooos. Ay, Diooooooooos]
Cuenta la historia que se había terminado la primera ola del COVID-19 en el Perú. La cosa aparentemente estaba más tranquila. Se empezó a pedir comida con más seguridad. Los pequeños restaurantes cercanos a mi casa empezaron a abrir poco a poco y hacían servicios de entrega a domicilio. Cuando abrió el restaurante de comida china a mí se me hacía agua la canoa, digo digo, la boca.
Llamé con alegría y ansiedad a «la china» de toda la vida e hice mi pedido. Hablar con ella se sintió bonito. Grande fue mi sorpresa cuando tocaron la puerta y era su mismísimo esposo el que entregaba los pedidos. No vino la china, vino el chino. Me llevo bien con los ojos jalados, si o no tortuga?
-Hola, acá está su pedido. La cuenta es tal y tal. Soy el esposo de la señora Choy.
-Que gusto conocerte. Ella siempre habla muy bien de ti. Muchas gracias por venir.
Le sonreí, me desinfectó las manitos. Todo todo. Paja.
A los días llamé a hacer un nuevo pedido y cuando la dueña me contesta e identifica me dijo.
-Joven, tengo una inquietud. ¿Cuándo le he hablado bien de mi marido?
[Uy, chumalacasera. Me está cuadrando. Recórcholis. ¡Pero si no tiene nada de malo!, ¿Creerá que soy la Usurpadora?, ¿Que acaso quiero el reino del kanlú para mí solito? Me aloco. Se me bajan los coágulos.]
-Perdóname si te sentiste fastidiada. Solo quise hacer bonito ambiente. El comentario puede haber sido mucho. Tuve la mejor intención del mundo.
-No se preocupe. Es que nos estamos separando y se sorprendió. Yo nunca hablo bien de él.
Nos reímos y la cosa se suavizó. La tensión bajó y volvió a sentirse camaradería. Pero miren como una frase tan sencilla y que se escucha tanto todo el tiempo puede meterte en problemas.
Me quedó la lección. En boca cerrada no entran moscas ni se te atraganta el wantan tamarindoso. El tip es gratis.
Valórenme que me muero mañana y se quedan más abandonados que los cuartitos de las Cucardas en el día del padre en plena segunda ola.