Juan Patricio Lombera

Carta XVI
México a 30 de diciembre de 2019
Estimado Baltasar:
Me entero por la prensa española; más concretamente por El Mundo, que el parque de Chapultepec ha sido declarado el mejor parque del mundo por la World Urban Parks Organization. Por un momento, pensé que estábamos a día 28 y que se trataba de una inocentada, pero luego caí en la cuenta de que hoy era día 30. Si te fijas en los comentarios de los lectores, abundan los envidiosos españoles y los malinchistas mexicanos. Los primeros aducen los problemas de contaminación y la inseguridad como deméritos del premio. Los segundos simplemente aconsejan no visitarlo por el peligro que reviste. Si acaso, el único comentarista con el que coincido es un mexicano que menciona todos los fallos del artículo.
No he tenido la oportunidad aún de visitarlo, por lo que te hablaré de mis recuerdos y no del presente. Lo primero que has de saber, es el que parque -que mide 7 veces más que el de El Retiro-, es el pulmón de la capital y es el punto neurálgico en el que confluyen todos los estudiantes mexicanos cuando cumplen la centenaria tradición de irse de pinta o no asistir a la escuela. El lago artificial, de la época de Porfirio Díaz, es ideal para pasar un rato agradable y ligar con las compañeras de fuga escolar. Además de eso, en la isla artificial que se encuentra en su centro se hizo una representación del lago de los cisnes que fue ampliamente ovacionada dentro y fuera del país como una de las mejores escenografías hechas de dicha obra. Sin embargo, el punto neurálgico del bosque de Chapultepec es, sin duda, el castillo. Para llegar a él hay 3 opciones. Tomar el ascensor instalado en la cueva de Cincalco donde se habría suicidado el gobernante Huémac al ver la inevitable decadencia de su pueblo. La segunda opción, si se teme las maldiciones históricas, consiste en tomar un trenecito que pasa cada rato y que te lleva en pocos minutos hasta arriba. La tercera, la que más flojera da, es subir a pie. En cualquier caso, a mitad de camino, se encuentra el museo del caracol que es un excelente lugar de aprendizaje de la historia de México. El nombre del museo hace referencia a su forma helicoidal, pero lo más interesante son las maquetas a través de las cuales se suceden los más importantes pasajes de la historia de México y, más concretamente de la lucha de Independencia, la reforma y la revolución. La visita se inicia en la parte superior del edificio y se recorre en forma circular y descendente. El grito de Dolores, la promulgación de la independencia, la Reforma, la lucha de Juárez y la revolución mexicana están presentes en este museo. Quizá la historiografía sea un poco parcial, pero desde luego es un ejemplo de que se puede enseñar historia a los niños divirtiéndolos al mismo tiempo. Siempre me gustó este museo. Sin embargo, la joya de la corona de esta sección de Chapultepec, que por cierto significa cerro de chapulines en nahuatl, es el castillo. En él, como sabes, se desarrollo la última batalla importante contra el ejército invasor norteamericano. Los cadetes del colegio militar resistieron hasta caer todos muertos. El último de ellos, Juan Escutia, se arrojó con la bandera para evitar que ésta fuese tomada por el enemigo. Sin embargo, el pasaje histórico más conocido del castillo es el del segundo imperio. En él se instalaron Maximiliano y Carlota en 1864 donde celebraron fastuosas fiestas al estilo europeo, con valses y grandes lujos que poco o nada tenían que ver con las costumbres locales. No obstante, hay que agradecer a la emperatriz que mejorara el castillo con columnas y suelos de mármol, dándole su aire imperial. Por si fuera poco y al estar en lo más elevado del bosque, la vista de la ciudad es impresionante.
El otro hecho célebre que se desarrolló en el castillo de Chapultepec ocurrió durante el mandato de Francisco I. Madero. Dicho sea de paso, existe todo un debate acerca del significado de la I. Para algunos, el segundo nombre del trágico presidente demócrata es de Ignacio, mientras que otros arguyen que el nombre era Indalecio. El caso es que el debate sigue. Siendo presidente Madero, el general Reyes, padre de Alfonso intentó tomar Palacio Nacional, pero fue repelido y asesinado por las tropas defensoras. Posteriormente, Alejandro Díaz, hijo de Porfirio, empezó su asonada en la zona de la Merced, donde está el mercado que recientemente se quemó. El jefe militar, Victoriano Huerta, simuló atacar con cañones, mientras se ponía de acuerdo con el golpista en la embajada de los Estados Unidos en la ciudad de México, cuyo embajador era Henry Lane Wilson y que veía con malos ojos que Madero no consiguiese pacificar el país y creía que un gobierno de mano dura sería la ilusión. El Financial Times también apoyó el golpe bajo los mismos supuestos. Amén de costarnos un millón de muertos, el errado diagnóstico del embajador provocó que el único presidente electo de forma democrática en el siglo XX fuese brutalmente asesinado y, con su desaparición, la esperanza de que México se convirtiese en una democracia. Y luego se extrañan los pinches gringos de porque son tan odiados. El caso es que en los primeros albores golpistas, en lo que se conoció como la decena trágica, el presidente fue llevado por los cadetes del colegio militar al Palacio Nacional para su mejor salvaguarda, aunque al final este espacio se convirtió en una trampa mortal.
Independientemente de lo anterior, pasear un día por el parque siempre es grato ya que por un rato te olvidas de que te encuentras en una de las megalópolis más grandes del planeta. En lo que si no es muy diferente de otros parques es la gente que encuentras en él, domingueros, puestos de comida, malabaristas, tahúres del juego de la bolita, profetas urbanos etc… Tan pronto pueda me pasaré por ahí para actualizar mis conocimientos. Un fuerte abrazo
P.D. Finalmente el América perdió en 4-2 en penaltis. ¡Qué bueno!