Juan Patricio Lombera

Del fondo de las cloacas ha surgido un terrorífico monstruo fruto de un experimento que combina dinero y fanatismo. Cual elefante entrando en cacharrería, Trompaitor destruye todo lo que hay a su paso. En ese sentido, se parece mucho al rinoceronte descrito por Ionesco y, al igual que este último, su locura es contagiosa. Ataca con furia ciega sin reflexionar antes. Su trompa mide varios kilómetros y no deja de repetir todo el día sus barritos llenos de odio, cuyo eco se reproduce en todo el planeta durante las 24 horas del día. Su sonido apocalíptico recuerda las trompetas de Jericó por su capacidad destructiva. Esta especie ha conseguido reproducirse en territorio europeo, desde las islas británicas hasta las antiguas repúblicas comunistas, pasando por Francia. Uno de los aspectos más interesantes de esta bestia es su impredecibilidad, ya que ni siquiera aquellas especies con las que mantiene buenas relaciones están libres de recibir un buen pisotón de cientos de kilos. De hecho, él ya ha expulsado a varios miembros de la manada porque no se han plegado incondicionalmente a sus órdenes. Sin embargo, el trompaitor adictus dedica la mayor parte de su tiempo a cazar al inmigrante; su enemigo natural. Con sus kilométricos cuernos de marfil suele arrinconar a su víctima para luego atraparla con su trompa y finalmente, dado que este monstruo es el resultado de la mezcla de un paquidermo con un caimán, descuartizarla con su larga y afilada dentadura. Pobre de aquel que caiga en sus garras. Apenas iniciado su recorrido en la sabana mundial, ya todas las especies conocidas buscaban pasar inadvertidas a su paso por miedo. Muy pocos se atreven a plantarle cara a esta inmensa mole de proporciones diabólicas, ya que su único punto débil es su arrogancia. Se cree inmune y, por eso, desprecia toda enfermedad que azote la jungla. Algunos zoólogos temen que trompaitor pueda contribuir, por activa o por pasiva, a la desaparición de varias especies. Sólo el tiempo lo dirá.