Miguel Rubio Artiaga
Una plaza cualquiera
de esas que huelen a viejas
por haberlo visto todo
a pesar de una niebla
nocturna que forma parte
de la plaza misma.
Buscar la Luna una quimera,
siquiera avistar una estrella,
la neblina de gasa lo evita.
Una iglesia pequeña
más ruina que iglesia
por abandonada,
queda como un recuerdo
como un eco repetido
la que fue su última misa.
Hace mucho no hay pastor
y menos aún rebaño
puede ya no haya ni dios
ahora solo sirve de matadero
donde escondidos fantasmas
bailan el vals macabro de la jeringuilla.
Los cuatro árboles del centro
no están muertos ni vivos
aún sacan algunas hojas
y algún brote nuevo primaveral
aferrándose a la vida.
El recuerdo de una pequeña campana
que sonaba llamando al Angelus
todos los mediodías
“El Angel del Señor anunció a María,
Y concibió por obra del Espíritu Santo.
Avemaría”
El ingenuo recuerdo de una mentira.