Helena Garrote Carmena

Playa de Agosto (2015)-Ricardo Gago
Aquel verano en Benidorm fui consciente de que la vida no era una línea continua e infinita, si no una curva que sube y luego cae.
Bajábamos a la playa, con todo lo que el momento requiere; mi madre con su vestido floreado, sus gafas de sol y una gran bolsa estampada llena de toallas, protectores solares y demás útiles necesarios para el disfrute marino. Nosotras, luminosas y gráciles, embutidas en nuestros trajes de baño, camino del momento más deseado del día, del año, del mundo.
Cruzamos una pequeña calle muy transitada y lo hicimos en grupo, protegidas en piña. Al subir la acera, mi madre tropezó y cayó al suelo. No olvido esa instantánea. Le ayudamos a incorporarse, dijo no sé qué, mientras todos comprobábamos que se encontraba bien. Continuamos nuestro camino a pasito un poco más lento, porque mi madre cojeaba, aunque ella le quitaba importancia.
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Esa mañana vislumbre algo; algo que me negaría a ver y esquivaría durante años, porque intuí que mi dolor algún día podría ser insoportable.
