Reunión

Miguel Rubio Artiaga

Pilares de sal (1908)-Natalia Goncharova

 

 

Para degollar la Historia
se hizo alfarero.
La arcilla esculpida
y la pintura después,
eran el cuchillo
degollador
y la afilada guillotina.
Modeló platos íberos
dibujando en el medio
un Sol azteca
con rayos cretenses
y perfiles griegos.

El otro, por anticlerical,
se hizo carpintero
y todos los crucifijos
que encargaban,
les daba con el barniz
un pigmento especial,
hecho con cenizas de ateo.

Estaba la beata,
parte misma
del confesionario
y rodilla rápida,
que enamorada
de un devoto cura,
acabó trabajando
para el futuro santo,
por la carretera,
en un bar de putas.

Conocí un restaurante
al lado de una mezquita,
donde se reunían,
menos en el Ramadán,
un Consejo de imanes,
que entre oraciones,
comían jamón bien cortado
y selectos caldos
de añadas puntuales.

Vino también un rabino,
de esos de finas trenzas
torás en cartuchera
y pronta referencia a la biblia.
Demostraba seguro
que la mujer era mala,
usando como prueba,
su colección de revistas
de escogida pornografía.

Colgado de una corbata
con su despacho móvil
y rascacielos desmontable,
un amo de los tiranos.
Su fusil de talonarios
y acciones recortadas,
atracando vidas ajenas,
adueñándose de todo espacio
con la avaricia enfermiza
de un depredador,
que solo se alimenta
de destinos humanos.

 

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