Miguel Rubio Artiaga
Las ruinas hablan
y hasta lloran
contando
todo lo que vieron.
Lamentos cifrados
en el idioma
enrevesado
del viento.
Como siempre,
no importan los siglos,
ni su lugar en el Mundo
Amor, Vida y Muerte.
Las ruinas, escriben
sobre sus muros
con trazos
de hiedra silvestre.
Cantan con las tormentas
recrean el eco
de los truenos
para que los oigan los rayos
y las salven
de su agonía lenta.
Desaparecer de una vez
dejando de ser fantasmas vivientes.
Ultimos pedazos de piedra
y argamasa de poblados
tan antiguos que sus
dioses se han olvidado.
Pinturas rupestres
en cavernas
que eran catedrales.
Piedras con firma del cantero
todavía los arcos, aguantando
doloridos
presas de los cimientos
unas firmes paredes.
Las ruinas huyen de ser Memoria
no recordar el pasado
ni tener futuro
no quieren ser presente.
Saben lo que han visto
lo que verían ahora
lo que verán mañana
y es tanta la tristeza
que les duele.
Hubieran
querido ser guijarros
y no estar presentes.
Las ruínas, no son las mismas
durante el día
que en las horas oscuras .
Con Luna llena
que con noche deslunada
los espíritus son diferentes.
Con el Sol, gritos
de niños jugando
rumores de amor
entre las juntas de las piedras
sonidos de fiestas alegres.
Bajo el inmenso
telón negro
sin manchas brillantes,
brotan de los sillares
llantos plañideros
y chillidos dementes.
Es cuando las losas
que una vez
fueron mazmorras
y de ver tanta sangre
se volvieron locas
y cerraron las mentes.
Yo las visito de noche
siempre sin Luna
me llaman sus alaridos
pidiendo la muerte.