Cielo Martínez Roch
Hemos tenido la suerte de poder entrevistar al escritor Juan Besada (Santiago de Compostela, 1960) que nos recibe con su amabilidad acostumbrada y nos recuerda que el mundo real no lo creamos nosotros, y que quizá no sea éste el más aconsejable de los territorios. Con Besada hemos viajado a Santaégida, el lugar donde nadie muere, pues todos sus personajes cumplen la vocación de perdurar; y escenario de su último libro publicado “A solas con el aire” (editorial Cuadernos del Laberinto. Madrid, 2017).
1.—Su nuevo libro “A solas con el aire” es una colección de relatos que se caracterizan por estar unidos entre sí por el espacio físico (Santaégida y La otra orilla) y por el juego del narrador que se cartea con ciertos protagonistas. ¿Podría decirse que es una trama muy trabajada y que da a los relatos consistencia de novela?
Me halaga su observación. Consistencia de novela no sé si tiene, aunque más bien me inclino a pensar que no, reconociendo en todo caso que no acabo de saber muy bien qué sea exactamente una “novela”, o cómo pueda definirse. La acepción original de la novela italiana nos lleva siempre a pensar en una interpretación fabulosa de la realidad en derredor, y en este sentido “A solas con el aire”, como cualquier otro libro de relatos que no tenga vocación documentalista, sería efectivamente una novela. Lo que sí es cierto es que yo no pretendía una novela al escribir los relatos de “A solas con el aire”, al menos en el sentido en el que comúnmente pensamos como lectores al leer la palabra “novela”. Tenía un conjunto de relatos y me empeñé en tejer un entramado con la intención de darles unidad, y el juego epistolar me sirvió de hilo conductor, al percatarme además de que algunos de los protagonistas eran en realidad desdoblamientos de Rosaura, que es la destinataria de la correspondencia que entabla el narrador y que se va cruzando en medio de los relatos organizando la “trama”. Rosaura es también el lector en realidad, al que quiero convocar también al mundo de Santaégida, que es el reino mágico en el que el tiempo no lo devora todo como si fuese un monstruo, al mundo de la Literatura para ofrecerle descanso de los pesares de La otra orilla.
2.—¿Cómo fue la creación de Santaégida y de la Otra Orilla?
La Otra Orilla es el mundo “real”, y yo no lo creé. En él vivimos contando entierros y padeciendo las arbitrariedades del poder, y es ese el mundo desde donde el narrador de “A solas con el aire” pretende que se desdoble Rosaura para atraerla a Santaégida, que es el lugar donde nadie muere, pues todos sus personajes cumplen la vocación de perdurar: cada vez que llegas al final del Quijote, don Quijote entrega su espíritu, pero cuando vuelves a empezar revives con él todas sus aventuras y te percatas además de nuevas sensaciones. Santaégida es el refugio para protegernos de tantos sinsabores, el país en el que habitan los Buendía, Juan Preciado, Anita Ozores, Julien Sorel o Don Quijote y Sancho Panza, por ejemplo; pero también Charlot, la urraca de Claude Monet o Le Thuit, el personaje de J. L. Guerín. También es la región de los afectos y los sueños. El hallazgo de Santaégida responde a la ambición de bautizar el lugar propio en el que viven los personajes que presento a mis lectores, reconociendo la herencia de los que antes inventaron Comala o Santa María, Macondo o Manorá o Tagen Ata. El nombre viene porque concibo ese lugar como un escudo protector de las amarguras y sinsabores que tanto abundan en La Otra Orilla.
3.—Imagino que habrá escuchado repetidamente que sus relatos están visiblemente influidos por el Realismo Mágico ¿Qué opina?
Que no pueden no estarlo, y de nuevo me siento halagado por la observación. Aún recuerdo la emoción en mi juventud al descubrir Macondo o Castroforte del Baralla, sin imaginar entonces que me acompañarían durante toda mi vida Cien años de soledad o La saga/fuga de J. b. Al tiempo que me formaba en Filosofía durante aquellos años dichosos, los sábados los dedicaba a buscar Literatura por las librerías, y allí entonces estaban los autores del Boom latinoamericano junto a las delicias de Torrente Ballester o Álvaro Cunqueiro. ¿Cómo no habían de estar presentes todos ellos más adelante cuando me propusiera escribir? Con los años llegaron Contravida, de Roa Bastos, y Méndez Ferrín. Lo que uno escribe depende de sus lecturas, y yo tuve la suerte de coincidir con ellos haciéndome lector. Además de las lecturas repare en donde vivo, no en vano cité tres autores gallegos: en cualquier bosque de ribera de los que orillan la costa en Galicia a uno le sorprende siempre la magia casi a cada paso, no tenga duda de ello.
4.—Es destacable que en “A solas con el aire” no hay una trama temporal lineal, no existe el orden clásico de nudo y desenlace ¿A qué es debido este punto de vista?
No sé nada de teoría literaria, pero tengo la sensación de que, fuera del teatro -y hoy del cine- “el orden clásico de nudo y desenlace” del que habla es una novedad del siglo XIX en Europa. Literatura portentosa, desde luego, y no lo voy a poner en duda. Fíjese en el Decamerón. Bocaccio concibe un conjunto de cuentos y urde para tramarlos una reunión de unos cuantos amigos que se juntan a las afueras de la ciudad para cada uno contar su cuento con la intención de entretenerse todos, evocando así la composición de las Mil y una noches, que también consiste en un conjunto de cuentos inconexos aparentemente y cuyo hilo conductor es el pretexto para contarlos. No veo la trama de nudo y desenlace. Como no la veo tampoco en la relación de las aventuras de Ulises (ni en las del aqueo ni en las del dublinés) ni en tantas otras novelas que hemos leído y todos conocemos, no hay que citarlas. Lo que más aprecio de Anna Karenina es que su adulterio es lo menos trascendente de la novela, casi un pretexto del que se sirve Tolstoi para contar la vida de los Oblonski, acaso la suya. Espero haber respondido a la pregunta.
5.—¿Cómo definiría su literatura?
Permítame que renuncie a intentarlo siquiera, pues a mí no me corresponde definirla. Puedo hablar de mi ambición literaria, de lo que acaso pretendo y del estilo. En cuanto a la ambición, creo que respondí más o menos cuando lo hice a la segunda pregunta. En lo que se refiere al estilo le diré que creo que escribo con mentalidad de escultor, puliendo cada frase con la intención de que sea lo más fiel posible a lo que quiero contar, aun siendo consciente de que la mayoría de las veces no tengo claro lo que quiero contar.
6.—¿Qué libro está leyendo ahora mismo, y qué libro aconseja sin dudar?
Casi nunca estoy leyendo un solo libro, la verdad, y de los que me tienen ocupado ahora ninguno es una novela (quedé tan agotado de la que terminé de redactar apenas hace tres meses y está buscando editorial – está escrita en gallego- que no soy capaz de leer novelas actualmente). Estoy estudiando a fondo Técnica y civilización, de Lewis Mumford, por el nuevo trabajo poético en el que me sumergí, y al mismo tiempo leo Aforismos sobre el arte de vivir, que no es propiamente un libro, si no parte de otro, de Schopenhauer y el Zaratustra, de Nietzsche (siempre ando con relecturas). En cuanto al consejo, y por evitar los clásicos y recurrentes -y no porque no los apreciemos- quiero recomendar un texto exquisito de Rafael Chirbes que ignoro si fue publicado ya en vida de él: El año que nevó en Valencia, en donde en sólo cuarenta y ocho páginas evoca un encuentro de familia con el pretexto de un cumpleaños, y una novela de Javier Torrente Queie que me parece magnífica, titulada La pascua rusa.
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