José Lorente Guillén

La memoria es un fuego abierto,
una hoguera de espesor.
Cuanto tuvimos es incendio,
quema y resplandece perpetuo,
persiste intocable al final
de nuestros ojos, un ídolo,
un cartel de neón,
una mirada a través de la niebla.
Nada vuelve y nada
se apaga. Nada se olvida.
Nuestros sueños como niños
caminando desnudos entre las llamas.
