Carla Demark
Cuando nuestras lenguas punzan
el corazón no habla.
Apenas es el orgullo dando patadas
al aire.
Apenas la inmensa nada
galopándonos las espaldas.
Y el amor se colma de enojo:
los ojos se cierran en blanco,
las manos asfixian consuelos,
el día parece quebrarnos.
Y sin embargo,
de esto bebemos a veces
para emborracharnos incautos.
De esto tomamos un poco
para abrazar los errores,
para sabernos blandos,
para convenir incluso,
que la vida duele de a ratos.
Y sin embargo,
el amor emerge intacto
del fondo siempre cuidado,
y nos aprieta suave
la voz, los labios:
callamos, al fin callamos,
en un silencio alborotado.
Y la luz se enciende de nuevo
y el sinsentido se va tiritando.
Se reacomoda el brillo en los ojos
y todo vuelve a ser
querido y claro.
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