Anselmo

Mariana Ruíz

Pipa

En mi corazón.

La pipa sin fumar.

La boina en el sofá.

Las muletas sin tantear.

Un caramelo tic tac sin rasgar.

Tus pertenencias quedaron

intactas en aquel lugar.

                                            A mi abuelo.

La claridad se empalma con las

primeras horas del alba.

 

Temprano, entra por la ventana.

Traspasa tirantes telarañas.

 

Ilumina poco a poco

el costado izquierdo de la cama.

Junto a ella, una fiel compañía.

 

El apoyo inseparable que

sostiene un cuerpo viejo

pero macizo

que resiste el peso de una larga vida.

 

El aroma a tostadas -suaviza la marcha,

guía el camino, contenta el rostro-

lo transportará a un desayuno

colmado de labias.

 

A sus espaldas, en el dormitorio,

se disuelve el cansancio de un

emprender agitado.

 

Menuda paciencia de un amor perenne.

En la dulce sonrisa su esposa aguarda

en el umbral de la puerta

para abotonarle la camisa.

 

¡Llegó la hora!

¡A la una!

¡A las dos!

¡A las tres!

¡Fuerza!

¡Arriba!

Un sumiso rubor marca la presión

en el rostro

invadiéndolo de arrugas.

 

Se vislumbra puntitos de agua

en la frente calva.

 

De un lado, imagina el empuje

de la pierna incorpórea

de una batalla ganada.

 

Sobre la otra, todo el peso,

la bondad, la fuerza,

la experiencia.

La vida entera.

Y avanza…

Nada lo detiene.

Sigue adelante.

 

 

 

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Una respuesta a “Anselmo

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