por Joaquín Leguina
Ella, mi vecina, morena, senos solventes y culo respingón, entró en el
ascensor con poderío y dijo: «Al sexto, por favor.»
Obediente, yo apreté el botón. Entonces me miró, o mejor dicho,
me examinó, y la sonrisa que, al fin, se dibujó en su boca carnosa era de
aprobación.
«Este no es mi piso», dije torpemente al llegar al sexto. «Puede
serlo, si te apetece tomar un café en mi casa», contestó desenvuelta.
Yo supe que a todo ser humano se le concede un milagro y que aquél era
el mío.

Bien, hay que sacarle el jugo al cafecito, no todos los días el sapo brinca y se ensarta.Abrazos.
Vivimos de sueños, ya ves.Todavía espero el día que se pare entre el 4º y el 5º, a solas con alguien así.