Rubén J. Triguero

A su vuelta a Nueva York, Danny Lyon tenía 25 años. Llegó al bajo Manhattan un poco por casualidad: un amigo artista vivía por la zona y se instaló en un piso cercano. Atrás quedaban los dos años que anduvo retratando a la banda de moteros Chicago Outlaws, uno de sus primeros proyectos, que culminó con el libro The Bikeriders.
Apenas unos días después de su llegada, observó que el paisaje estaba cambiando con tal rapidez que cada día encontraba algo distinto. Zonas acotadas, demoliciones y edificios que desaparecían, que de pronto ya no estaban. Comprendió que el bajo Manhattan que conocía estaba a punto de desaparecer, todos esos edificios que, en algunos casos se remontaban a la época de la guerra de secesión, estaban a punto de ser derribados para siempre.
Allí había una historia, y él quería contarla. Cargado con su pesada cámara, trípode y todo el equipo fotográfico, anduvo por la zona perimetral al Puente de Brooklyn, Washington Market y la Calle West, fotografiando los edificios que muy pronto serían reducidos a escombros y que posteriormente, serían los lugares donde se asentarían los rascacielos que ya por entonces empezaban a imperar en la Gran Manzana.
«Tal como lo veo ahora, es posible que acabe creando una especie de canción sobre esta destrucción». Danny Lyon.
La destrucción del bajo Manhattan
El plan de reestructuración del centro histórico de Nueva York, abarcaba la demolición de un total 24 hectáreas, edificios que en gran parte habían sido construidos en el siglo XIX.
En un principio, el primer proyecto de un joven Danny Lyon se enfocó en el exterior de los edificios, y en el cambio que estos sufrían a diario (aunque se demolían con bastante rapidez, eran edificios viejos, de estructuras de maderas y hierro que se demolían de forma manual, por lo que el edificio decrecía planta a planta, a medida que las patrullas de demolición iban echando abajo partes del edificio hasta dejarlos a ras de suelo). Pero no tardaría en sentir la curiosidad y el impulso de conocer que había del otro lado. Empezó a entrar en los edificios a punto de demoler (con accidentes incluidos), a fotografiar los interiores, y también a otorgarle al proyecto una temática social, implicando a los propios obreros en las fotografías. Realizaba retratos de las personas que se ocupaban del derrumbe (individualizando a la clase obrera) y también los inmortalizaba en sus puestos de trabajo, mientras se desempeñaban en hacer desaparecer esas grandes estructuras.
«Eslavos, italianos, negros del Sur, obreros estadounidenses de 1967 que beben latas de refresco sobre una viga durante la comida y arriesgan sus vidas por 5,50 dólares la hora». Danny Lyon.
Muchos de los edificios que se demolían, estaban abandonados y se encontraban desmejorados, y en algunos casos parcialmente destruidos por el paso del tiempo y la falta de cuidados. Pero no todos se encontraban en ese estado, de hecho, muchos seguían estando habitados por todo tipo de personas, de diferentes estratos sociales, que fueron desahuciadas para demoler sus hogares. Este desalojo fue bastante apresurado y en muchos de los hogares quedaron objetos personales de quienes los habitaron. También estas casas quedaron reflejadas en sus fotografías, y no solo las casas, sino los objetos que allí quedaron tras la partida de los habitantes: dibujos, juguetes, calendarios, muebles…
Con el paso de los días, los edificios iban desapareciendo, y se fue creando un solar cada vez más amplio, hasta que, en una de las últimas instantáneas, Danny capturó el último de ellos en pie, el edificio 100 de la calle Gold. Un robusto edificio de hormigón de catorce plantas que no podía ser demolido integralmente de forma manual como el resto, debido propiamente a su estructura, y que para poder ejecutar la demolición, necesitaron perforadoras y quemadores e incluso para las dos últimas plantas, una pala y una bola de demolición. La demolición completa de este edificio tardó seis meses.
«No importaba demasiado su relevancia arquitectónica. Lo que me importaba era que estaban a punto de ser destruidos. Manzanas enteras desaparecerían. Todo un barrio. Se estaba desahuciando a los escasos últimos inquilinos y nunca más se volvería a construir un lugar como este». Danny Lyon.
Las imágenes que tomó fueron recopiladas en el fotolibro The Destruction of Lower Manhattan, publicado por The Macmillan Company en 1969.
Danny Lyon
Lyon nació en 1942, en Brooklyn, Nueva York. Descubrió la fotografía durante un viaje por Europa que realizó junto a su hermano, cuando apenas contaba con 17 años. En ese viaje compró una Exa de 35 mm por 60 dólares, con la que registró imágenes de cada uno de los países que visitaron. Esa primera incursión en la fotografía aún quedaba lejos de lo que serían sus trabajos posteriores, pero ya por entonces quedó maravillado con las posibilidades que le ofrecía la captura de la imagen.
A la vuelta a los Estados Unidos, estudió historia y filosofía en la universidad de Chicago. En 1963 empezó su carrera profesional como fotógrafo al ser admitido en el Comité de Coordinación Estudiantil No Violentos (SNCC). De un marcado carácter activista, Danny se involucró en su trabajo y estuvo presente en la mayoría de los eventos históricos que tuvieron lugar durante el Movimiento por los derechos civiles.
Su fotografía se posiciona en el nuevo periodismo, donde el fotógrafo no es únicamente el que registra lo que ocurre, sino que forma parte de la historia que trata de narrar.
Con el paso de los años, se han publicado algunos de sus proyectos: The Bikeriders, Conversations With The Dead, Memories of the Southern Civil Rights Movement, Indian Nations, The Destruction of Lower Manhattan, Like A Thief’s Dream, Memories of Myself, Deep Sea Diver, The Seventh Dogn y Burn Zone. Además de fotografía, Lyon se ha desempeñado como editor, siendo uno de los fundadores de la editorial Bleak Beauty y también como cineasta, dirigiendo los largometrajes: Born to film, Dear Mark o Los niños abandonados, entre otros.
Algunas de sus exposiciones individuales han sido realizadas en instituciones como el Whitney Museum of American Art , el Art Institute of Chicago, la Menil Collection, el MH de Young Memorial Museum en San Francisco o el Center for Creative Photography en la Universidad de Arizona. Y algunas de sus imágenes forman parte de importantes colecciones como las del MoMA o el Art Institute de Chicago.
A lo largo de su carrera ha obtenido algunas importantes becas y distinciones por su trabajo: la beca Guggenheim en dos ocasiones, una beca Rockefeller, un premio Lucie y la Medalla de Honor de Missouri por Servicio Distinguido en Periodismo.
«Soy viejo. De joven, recorrí Europa en coche con mi hermano. Compré mi primera cámara en la antigua plaza de Múnich (…), nunca olvidaré que la primera foto que tomé fue de un árbol en el que, apenas catorce años antes, los nazis ejecutaban a sus víctimas». Danny Lyon.