Fernando Morote

Lima 13 (2012)
Tras un largo período esquivando sistemáticamente el cine peruano, finalmente hace unas semanas decidí explorar las producciones más recientes. La sorpresa que me llevé fue mayúscula y el festín que me pegué, una delicia. Confieso que mis prejuicios provenían de desalentadoras y decepcionantes experiencias contemplando actores de calidad ―y en muchos casos renombre― desperdiciar su talento artístico en bodrios de la televisión. Olvidé que el arte casi nunca provee los recursos necesarios para comer.
En un lapso de 21 días alcancé a ver un número similar de películas, rodadas entre los años 2004 y 2022. Constaté que, efectivamente, el cine peruano ha experimentado un crecimiento notable, no sólo en cantidad sino especialmente en calidad, abordando diversidad de géneros.
Saltaron a la pantalla una variedad de directores nuevos, varios de ellos jóvenes, que siguen la línea de otros más veteranos, ya consagrados. Los guiones y libretos, astutamente articulados, se convierten en escenas cautivantes, con diálogos naturales, espontáneos, incluso divertidos. La participación de niños, algunos en roles protagónicos, es espectacular.

Rosa Mística (2018)
Los largometrajes conforman un fresco, un mural que describe un país con múltiples culturas, retratando personajes de diferentes estratos y procedencias, sobre los que pesa una carga de conflictos ancestrales no resueltos, y que en el peculiar caso del Perú parecieran ser necesarios o deseados para vivir en armonía.
Entre las obras que destacan por su ambientación están “Rosa Mística” (2018), una remembranza terrenal de Santa Rosa de Lima, “Una sombra al frente” (2007), magnífica recreación de inicios del siglo XX a través de la aventura emprendedora de un joven ingeniero, y “La pasión de Javier” (2019) mostrando un interesante ángulo para enfocar la vida del poeta Javier Heraud desde su experiencia revolucionaria.
Sobresalen algunas piezas admirables como “Madeinusa” (2005), “La teta asustada” (2009) y “Retablo” (2017), que constituyen verdaderos estudios sociológicos y antropológicos del mundo andino y sus representantes, con costumbres y creencias particulares, muchas veces opuestas a las del resto de la nación.

Madeinusa (2005)
Los años de terrorismo se encuentran gráfica y fielmente descritos, tanto en crudo realismo como en agobiante intensidad, en cintas como “Tarata” (2009) y “La última noticia” (2015). Desde otra óptica, las terribles consecuencias sufridas en el plano psicológico por los soldados que pelearon esa guerra son ingeniosamente trazadas en “Días de Santiago” (2004), y la encomiable tarea de los peritos forenses identificando restos de desaparecidos es puesta de relieve en “NN” (2014). La presencia e influencia de Vladimiro Montesinos en los oscuros manejos del gobierno de Alberto Fujimori ocupan un espacio central en “Mariposa negra” (2006) y “Caiga quien caiga” (2018).
La sátira y el humor tienen también lugar de privilegio en realizaciones como “El acuarelista” (2008), “Un cuerpo desnudo” (2009) y “Octubre” (2010). El microcosmos de la alta pituquería limeña no queda fuera de escrutinio en “Dioses” (2008) y “Lima 13” (2012), divulgando sus propios trastornos y distorsiones, tan perturbadores como los que sufren los sectores más deprimidos.
La crítica social de “Un mundo para Julius” (2021), en una aceptable adaptación de la novela de Alfredo Bryce Echenique, “El mudo” (2013), denunciando la abominable corrupción del sistema judicial y policial, y el sorprendente poder admonitorio de “El limpiador” (2012), adelantándose una década a los eventos de la pandemia, configura otro ejemplo en la pluralidad de propuestas y estilos.

El mudo (2013)
El ámbito del terror ingresa al circuito con “Juego siniestro” (secuela mejorada de “Cementerio general”) (2015), que mantiene la tensión y al espectador agarrado a su silla todo el tiempo. Y por supuesto no faltan las películas ligeras, que no aspiran sino a ofrecer un buen momento de entretenimiento, pero que están asimismo bien logradas, como “Locos de amor” (2016) y “Busco novia” (2022) con un excelente acompañamiento musical.
La clave para disfrutar estas películas ―algunas impactantes, otras ilustrativas, unas reveladoras y hasta jocosas― es no esperar de ellas nada parecido a Hollywood; su mérito reside precisamente en que no intentan imitarlo. El espectador astuto sabe mirar ―y descubrir― detrás de lo que se ve en la superficie.
El verdadero arte empieza con ser auténtico en lo que se hace.