Ítalo Costa Gómez

Qué rápido se va el tiempo. El 2022 fue mucho mejor que los últimos dos años previos a ese. De eso ni qué decir. Ha volado. Me parece increíble lo que estamos haciendo: preparando las celebraciones del Día de las Brujas, cerrar el ojo y abrirlo, y estar en Navidad y una semana después despedimos el año. Cosa de locos.
Es por eso que ahora, más que nunca, soy consciente de lo que hago con mi tiempo y de cómo lo administro. Ser escritor te exige mirarte a ti mismo y sacar lo más jodido, lo más duro, lo más traumático e irlo girando, irlo transformando, para poder vivir, para que este camino no sea tan feo, para que tenga algo de especial. Cuenta la historia que mi vida se cuenta sola. Me siento a escribir para Irreverentes pensando en cuánto me ha entregado en estos años y en lo mucho que le debo a mi columna. En lo agradecido que estoy con todos ustedes por tomarse el tiempo de vivir conmigo mi vida. De apagar un poco la soledad que hay en ella y que naturalmente se instala, gracias a Dios porque no soporto a la gente. Detesto las masas. Menos bulto, más claridad.
Intento no tomarme a mí mismo muy en serio porque así mis problemas son más pequeños. Cuando te sientes muy importante todo tiene un peso sobredimensionado que te enferma y retrasa. El ego nunca te da el enfoque correcto.
Intento no tener afán de control porque al pretender tenerlo no puedo fluir. Creer que uno tiene el poder de manipular las situaciones en realidad nos hace esclavos de ellas.
Intento poner límites así me cueste la presencia de algunas personas importantes. Decir que no a ciertas circunstancias me ha traído mucha paz en los últimos tiempos. No estoy aquí para satisfacer deseos.
Intento ser flexible porque no soy dueño de casi nada, mucho menos de la verdad.
Intento expresar siempre mis emociones por el bienestar de mi cuerpo y espíritu.
Intento escuchar a mi cuerpo y darle los descansos que necesita. Procuro darle a mi alma la tranquilidad que necesita para escribir y para transmitirle esa serenidad a mi madre y hermano.
Intento no recordar con tristeza o rencor a nadie. Lucho para entender que todo es cíclico y que los trabajos y personas en mi camino tienen su momento de llegada y partida. El fin de esos ciclos no es culpa de ellos ni mía.
Intento quererme mucho. Entenderme y amarme como soy. Si no me amo nadie será capaz de llenar mi ansiedad de cariño.
Intento que este viaje de la vida sea lo más bonito posible. Intento ser agradecido.
Intento tener ganas para intentarlo todos los días. Intento salir a vivir mi vida allá afuera, no solo por experimentarla, sino para sentarme en esta computadora y contarla cada lunes. Eso me mantiene con vida y me mantiene fabuloso.