Ítalo Costa Gómez

Hoy más que contarles una historia, amigos Irreverentes, quiero darles un consejo en base a una experiencia muy personal.
Cuando era pequeño pasé por cosas jodidas y me creé un escudo protector permanente y eso puede ayudarte a que te acostumbres a verte a ti mismo como una víctima. Empiezas a pensar estúpidamente que el mundo gira en torno a ti y tus tragedias las magnificas y también las usas como excusa del por qué actúas de una forma u otra. Ser una «victima» te empieza a quedar como anillo al dedo.
El ser diferente a mis compañeros, el sobre peso que tuve, el divorcio de mis papás, el ser muy sensible, el ser abandonado por quien creía amar, el rechazo social a las minorías… Te empiezas a repetir todas esas circunstancias, empiezas a pasar por episodios de mucha ansiedad, vives asustado y tú mismo estás manteniendo encendida esa fogata. Yo me repetía esas cosas. Yo mantenía vivo el fuego que me asustaba.
Lo bueno es que mientras fui creciendo empecé a conocer personas buenas que pasaban por cosas mucho más duras de las que yo vivía y nunca los oía quejarse. Personas nobles que me ayudaban a buscar la puerta de salida en lugar de sentarse conmigo y mis issues a decir: «Sí, que pena que hayas pasado por tal huevada. No te merecías esa mierda». Me hicieron ver que lo que estaba pasando no era el fin del mundo. Que un helado mejora el estado de ánimo. Que la poesía puede ser un avión que te lleva hasta el mejor rincón del mundo. Que el trabajar y estar ocupado hace que pienses en el hoy más que en el ayer. Que siempre hay gente que la pasa peor, que sufre terribles pérdidas, que lidia con enfermedades dolorosas, que está en prisión o que no tiene plata para alimentar a sus hijos.
Tuve mucha suerte de ver eso de joven porque dejé de sentir pena por mis pobres problemas y tomé el control de mi vida. Decidí bien a qué dedicarme, elegí buenas personas para rodearme y las mejores de ellas son para siempre – mi madre y mi hermano -. No me fui por malas rutas (no tan malas, al menos). Acepté los trabajos indicados y renuncié con firmeza cuando ya no me hacían feliz. Tengo el control de mis actos y cuando lo pierdo me aislo un ratito, siento la tristeza y escucho el mensaje que tiene para mí y recupero la fuerza.
He pasado por cosas jodidas y rechazo, pero no soy una víctima. Soy un luchador que pierde y gana batallas, pero no he perdido la guerra.
Tiremos a nuestro «pobrecito yo» por la ventana, hagamos cambios, tomemos buenas decisiones y no nos demos por vencidos. Todo pasa. Todo mejora. Nada es tan grave. It’s not a big deal.
Soy un afortunado de haber vivido todo lo que he experimentado porque me hizo ser quién soy hoy. Sin esas vivencias la persona que les está escribiendo, con el corazón en la mano, no existiría.