Ítalo Costa Gómez

Muchos de mis zapatitos de bebé están en una repisa y de cuando en cuando los saco para limpiarlos. Mi mamá los guardó todos estos años. Es un gesto muy bonito el de la enana y yo lo agradezco por el amor que encierra el gesto.
Todos tienen una experiencia con ellos. Los zapatitos con los que me sacaron del Hospital de la Fuerza Aérea del Perú en Miraflores. Los zapatitos que me tejió mi abuela paterna. Los zapatitos lindos que apenas me los ponían yo lloraba y hacía una guerra para quitármelos. Todos tienen una historia, pero solo un par tiene un secreto.
Cuenta la historia que una tarde de cuarentena cualquiera me pongo a limpiar la vitrina donde están «mis papos» como les decía cuando era chiquito. En eso veo una bolsita de tela color azul. Cuando la abrí encontré un zapatito color blanco sin par. Era extraño. Era mucho más alto y grande que los demás.
Extrañado me fui donde mi mamá a preguntarle que onda con el zapato. Y se reveló el misterio.
[Porque este secreto que tienes conmigo nadie lo sabrá. Este secreto seguirá escondido una eternidad. Yo te aseguro nunca diré nada de lo que pasó. Y no te preocupes que todo lo nuestro queda entre tú y yooooooooo]
-Cuando empezaste a dar tus primeros pasos se te doblaba el piecito y lo metías hacia dentro como para equilibrarte y nos preocupó. El doctor nos recomendó que te pusieramos zapatos ortopédicos por un tiempo. Por eso no está en la repisa, y como no se limpia seguido se ha puesto de un color raro.
-En otras palabras, además de virolo y frentón era patuleco?!?! – solo me faltaba tener el pelo ionizado como el cabeza de loco.
-Eso es correcto. -muerta de risa mi madre.
-¿Y el otro zapatito?
-Te curaste rápido. Cuando ya no los necesitaste tu abuelo me pidió que le diera uno y yo me quedé con el otro. Cuando el Papapa murió lo busqué, pero no lo encontré.
Me dio ternura saber esa historia escondida que tenía el zapato. Primero porque me doy cuenta que las experiencias que tengo por compartir no tienen fin (incluso metido en cuatro paredes) y me sorprenden a mí mismo y segundo que me hacen notar que crecí rodeado de amor y de cuidados. Para alguien como yo es muy importante tener ese recuerdo a la mano. Hola, hermano!
Ahora le tengo especial «camote» a este solitario zapato, mis queridos amigos Irreverentes.