Helena Garrote Carmena

Cuando después de leer una novela vemos la versión cinematográfica de la misma obra, el comentario más habitual suele ser siempre el mismo: la película me ha gustado, pero está mucho mejor el libro. Partiendo de la base de que cine y literatura utilizan diferentes técnicas a la hora de contar, tal afirmación me resulta cuestionable.
Para componer una historia, el escritor se valdrá de las palabras y de los recursos lingüísticos apropiados para que pongamos en marcha la imaginación, y así, personajes, lugares y situaciones tomaran forma en nuestra cabeza de acuerdo al papel, pero también de acuerdo a nuestra fantasía. En el cine, esa representación ya nos viene dada y puede no corresponder exactamente a la personal recreación que nosotros habíamos elaborado mientras leíamos. El viejo de aspecto cansado que camina hacia la ciudad negra no es el mismo que “vimos” en el libro.
Otras veces argumentamos que lo escrito es superior porque se incluyen pasajes o detalles que en la cinta no aparecen. El tiempo de exposición en el cine es limitado (entre noventa o ciento veinte minutos aproximadamente) Si el cineasta es bueno, sabrá condensar en escenas la esencia del relato y el resultado será excelente. A veces “una imagen vale más que mil palabras”.
No creo que una película sea por sistema la versión “inferior” al libro, simplemente éste puede agradarnos más porque al incorpora nuestras propias imágenes somos parte del resultado y la identificación tal vez sea mayor.
Si un texto es bueno, y el trabajo de presentación está bien hecho, ya sea con imágenes o con palabras, conseguirá conmovernos y contarnos de forma acertada una misma historia. La cartelera está plagada de estupendos ejemplos.

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