DESTIEMPO: LOS CONTENIDOS DEL TIEMPO

Pedro A. Curto












“Toda vida es absurdamente corta comparada con la longevidad de la memoria”, dice el escritor, John Berger en un libro que curiosamente se publicó tras su muerte, “¿Estamos a tiempo?” Y esa pregunta es una de las cuestiones fundamentales que parecen guiar a los personajes de la novela Destiempo (De Conatus) de la escritora gallega Silvia Bardelás: “¿Qué hacer con el tiempo, que es quien lo acomoda todo?”, “Tener tiempo. Eso sí que es el meollo del mundo.”

El dialogo entre una abuela y su nieto que vive en Estados Unidos, al que le pide que vuelva a su tierra natal, Galicia, es el eje vertebrador de la narración, gracias al cual se van abriendo a otros personajes, otras historias, enganchadas las unas a las otras, a modo de redes, con una función principal, reflexionar sobre cuál es el papel del paso de los días, meses y años, en nuestras vidas, como definió Marguerite Yourcenar, “El tiempo, gran escultor”. Pues aunque la medición del tiempo sea para todos igual y la misma en unos u otros momentos, hay algo que lo hace único, el contenido vital que podamos darle a cada hora que trascurre: “¿Cuál es el sentido de vivir cada momento como si fuera el último?” Quizás no seamos dueños absolutos de los tiempos de nuestras vidas, sino que tenemos una soberanía limitada que debemos compartir con el mundo socialmente organizado y que nos obliga a que nuestros deseos estén condicionados, en ocasiones de una manera casi total. Bardelás nos plantea a través de los personajes que hablan, mayoritariamente, en monólogos interiores, de su acción, como se va llenando eso que ahora llaman la mochila y que en la narración de Destiempo se muestra de diversas formas, como la textura de una manta que nos envuelve y que se va construyendo con los trozos de los días, que dominamos o nos domina. En general los personajes de la novela son inconformistas, pero situados en las incertidumbres de estar entre dos mundos, las posibilidades del afuera y lo que representa la tierra natal. Son ante todo las vidas que se viven, las vidas posibles, las malgastadas… Así están los espacios geográficos y las intersecciones entre generaciones. Pero ambas cuestiones no son simples, así por ejemplo hay un tiempo gallego, que no ejerce de morriña, de ruralidad, sino que es parte del mundo moderno, e incluso dónde está ese intento de cambiar el mundo, la revolución de un activismo social, que curiosamente representa Mati, la abuela. Quizás un cierto común denominador de los personajes sea cual es su lugar en el mundo y como se va configurando en relación con los otros: “Y siempre tendré un lugar fuera del mundo donde podre estar conmigo misma”, se plantea uno de los personajes. Porque el lugar en el mundo que van dibujando las diversas personales que se entrecruzan, donde están sitios como Estados Unidos, Australia, Berlín, Galicia… lo que tienen es como lo van amoldando a sus circunstancias, aunque también esos espacios los condicionen, es la geografía del territorio mezclándose con la geografía humana: “No sé si es bueno haber nacido en un lugar fuera del mundo, pero está claro que el mundo no es un lugar.” Porque quizás, los lugares, en el fondo, seamos nosotros.

Escrita originalmente en gallego, la novela está teñida de una cierta gallegidad compleja, (“Sería la esquizofrenia de hablar en castellano y gallego, así sin un orden claro”), casi un personaje, aparte de escenario central, que mira desde adentro para formar una cosmovisión amplia y profunda.

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