Ítalo Costa Gómez

Yo me llevo la corona a los despistados cuando camino por la calle. Siempre estoy con los audífonos escuchando música o un programa de radio del ayer al que le tengo un cariño muy especial. No escucho lo que sucede a mi alrededor y por eso me he ganado varias antipatías porque piensan que no saludo al paso porque soy un pedante o un desinteresado y nada más alejado de la realidad. Siempre pongo el parche. Si nos conocemos y me ves por la calle y no te devuelvo el saludo es porque no me he percatado de nada. Oféndete cuando te haga la mirada de desprecio del Padre Maritín. Ahí sí mándame al carajo, pero antes no. Ténganme paciencia. Necesito estar en mi mundo paralelo para estar feliz.
Una tarde estaba predestinado a que tuviera cinco minutos de oído y menudo problema que me gané.
Cuenta la historia que había salido de trabajar y decidí comprarme papitas fritas del KFC (sí me quieres hacer feliz invítame papas fritas, las amo con gula, locura y pasión) y cuando me senté a esperar mi pedido suena el pitito de que ya no tenía batería en el celular.
[PI PI PI – ME MORÍ – TE JODISTE.
El celular pereció. Damn it]
Estaba sacando un librillo que tenía en el bolso cuando en eso veo que en la mesa del costado estaba un señor sentado comiendo con un niño, me imagino que era su hijo. Le estaba corrigiendo los modales de una manera espantosa.
– ¿Por qué comes así? ¡Te estás manchando todo! – casi gritando. Moviendo las manos intentando amedrentarlo.
En un primer momento no lo vi tan grave e intenté hacerme el loco. El niño estaba mudo y manchadito en el polo con mayonesa. Era un chibolito que no llegaba ni a los siete años, por amor de Dios. Sí vas a sacar a tu cachorro a comer déjalo disfrutar porque si no para qué.
Al ratito lo volvió a regañar.
– Eres un cochino. No entiendes cuando te hablo. ¡Eres un cochino! Inútil. Eres inútil.
Ah no, carajo. No pude soportar más. Yo no tendré hijos, pero sé perfectamente lo importante que es para un niño lo que su padre le dice. Esas palabras retumbarían en la cabecita de ese niño para siempre. Me paré y di dos pasos con dirección a su mesa y le hablé al tipo sin pudor alguno.
– No lo trates así. Es un niño. Está comiendo y ya pues, se ha manchado… corrígelo, fórmalo, pero no lo insultes. ¡Es un niño! No lo maltrates así y menos delante de la gente.
Me quedé parado al lado de la mesa. No me fui ni a recoger mi pedido. El señor se puso rojo y la criatura no levantó la mirada ni de casualidad. El padre me miró con cara de burla.
– No te metas.
– No seas malo con él. No seas abusivo.
Me volteé histérico y me largué del KFC sin recoger mis papitas siquiera. Estaba enfadado y me sentía impotente y frustrado al inicio, pero después me vi bien conmigo mismo. Sentía que estaba siendo justo. No soy de meter las narices donde no me llaman – todo lo contrario, odio meterme en vida ajena -, pero hay cosas que superan los límites y esta escena describe una de esas situaciones.
Si vemos a alguien maltratar a un niño psicológicamente no podemos quedarnos callados porque estamos colaborando con el daño a alguien vulnerable, estaríamos siendo una especie de cómplices del ataque. Quizás no podamos frenar al atorrante, pero le estaremos dejando un mensaje claro al niño: Lo que te están haciendo es malo y tú no tienes la culpa de nada: El inútil no eres tú, pequeño. Ya si el caso agrava ir con alguna autoridad.
Educar con firmeza es una cosa. Abusar es otra cosa. ¡Que cooooosa! A mí con cosas.
Por eso ando con mis audífonos… Para pintar la calle del color que a mí me gusta y saltar mundo en mi imaginación.
Tu corazón blanco trasciende a tu entorno. Te honra la intervención, aunque si el papá trataba así a su hijo, te la jugaste un tanto. Pero qué carajo, el tipo se lo merecía. Probablemente el muchacho recibió más tarde, pero seguro que aprendió el mensaje que lanzaste. Y eso será lo importante. Abrazo, Ítalo.
hay situaciones en las que uno ya no puede tolerar la injusticia, buen mensaje para el niño ♥