José Pastor González
nos gustaban las noches sin luna
nos gustaba chutarnos algo de perico
subir al coche con unas latas de cerveza
poner en el casete una cinta de Camarón o Rancapino
y salir de la ciudad por el camino viejo del cementerio
dejarnos abrazar por la oscuridad de la noche
de la música de la huida
era como estar en un cine
o mejor todavía
era sumergirse en un agujero negro
de tiempo y espacio
un agujero negro hipnótico seductor intimo
que nos hacía sentir inmortales y vulnerables
y cómplices de algo que no estaba en nuestras manos
en la de ningún ser humano en la de ningún dios
solo el firmamento y la luz de los faros del coche
recorriendo e iluminando
una carretera y unos árboles furtivos
y llegar hasta Nicas o la azucarera
un paisaje desoladamente futurista y hermoso
y sacar las herramientas del maletero del coche
y ponernos a la labor
cobre hierro chatarra ferralla
todo era vendible
y después del trabajo bien hecho
subir al cerro
fumarnos unos chinos
mirando una ciudad resplandeciente
de luces tonalidades neones brillos reflejos colores
una ciudad amigable sin grises
que no tenía nada de lo inhóspito de la claridad cercana del día
al que no queríamos volver
…
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