Fernando Morote

Las ideas-Ramiro Llona
—¡Apaga esa música, Sebastián! ¡Sabes que me rompe los nervios el volumen tan alto!
La infidelidad de su mujer —que no tenía nada ver con otros hombres sino con su falta de fe en él— había terminado por decepcionarlo.
—¿Hasta cuándo vas a seguir perdiendo el tiempo en esos aparatuchos? Eres todo un ingeniero hidráulico y a tu edad no tienes dónde caerte muerto…
—Una cosa lleva a la otra —respondió Sebastián, sin dejar de manipular los objetos sobre su mesa de trabajo. —El gobierno es un muerto sin enterrar. ¿No ves cómo la policía empeora el conflicto cuando intenta resolverlo? Los choferes, en lugar de ceder el paso, se atropellan unos a otros. Los peatones prefieren arriesgar el pellejo, toreando autos a toda velocidad, antes que cruzar por puentes seguros. Los ciclistas reclaman respeto por la distancia, pero se atraviesan sin avisar. Y los rateros, aprovechando la luz roja, te rompen el vidrio con una bujía para arrancarte lo que puedan. Es un espanto. No lo soporto.
—Y con esos…¿qué son? ¿zapatos voladores? ¿mochilas supersónicas?
—Se llaman CAMOTES, te he dicho: calzado motorizado de transporte escapista. Pero en realidad es un equipo completo para huir del tráfico y la delincuencia en hora punta.
—¿….con eso piensas resolver el problema?
—Trato de crear algo que ayude a la gente. ¿No te gustaría probarlos la próxima vez que te quedes varada en uno de esos atolladeros malditos?
—Se van a reír de ti, créeme.
Pese al fatídico vaticinio de su cónyuge, Sebastián persistió en su empresa. Durante la siguiente congestión vehicular, de descomunales proporciones, a nadie en la multitud apelotonada entre fierros le pareció ridículo ni cómico verlo emerger eyectado por el sunroof de su auto y surcar los aires, feliz de la vida, patinando sobre una suave y despejada vía de nubes pavonadas, dejando a sus pies esa masa apestosa de seres sufrientes y cavernarios.
—

