Bertolt Brecht

—Buenos días.
—¿Sí?
—Quisiera visitar la sección de astronomía.
—¡Ajá! ¿No sabe usted leer?
—Por supuesto.
—¿Y no ve que allí dice que hoy está cerrada la sección de astronomía?
—Sí…, pero es que, sabe…, voy a estar aquí sólo un día.
—Y tiene que visitar precisamente la sección de astronomía.
—Así es.
—¿Y precisamente hoy, que está cerrada?
—Bueno. Quisiera hablar con el director.
—¿Con el señor director? ¿Y qué desea usted del señor director?
—Ver si el señor director puede hacer algo por mí.
—Pues ya puede ahorrarse la visita.
Yo le digo a usted que el señor director no puede hacer nada.
—Buenos días.
—¿Sí?
—Disculpe, ¿es usted el señor director?
—Sí, ¿qué desea?
—Me gustaría visitar la sección de astronomía, que hoy está cerrada.
—¡Ajá! ¿Y para qué?
—Tengo que hacer un trabajo. Soy escritor.
—Ajá. Con que es escritor. ¿Y cómo se llama?
—Brecht.
—Ajá.
—Sólo puedo quedarme un día aquí.
—¿Y de dónde viene?
—De Berlín, usted perdone.
—Ajá. Y quiere visitar la sección de astronomía.
—Sí, por favor.
—Y justamente hoy, que está cerrada.
—Así es. ¿Por qué no sería posible? Basta con que uno de los guardianes me acompañe. Alguna excepción tiene que haber. Sobre todo cuando no se trata de turistas, sino de gente que necesita algo para su trabajo.
—Pero, ¿por qué no mira antes un poco lo que hay en Berlín?
—Pensaba que aquí habría un material de primera.
—En otro sitio puede ser tan bueno, y hasta mejor.
—¿De veras?
—Que se lo digo yo.
—¿Hay salida por aquí?
—¿No sabe usted leer?
—Por supuesto.
—¿Y no ve que allí dice «salida»?
—¿Es usted el señor portero?
—Sí. ¿Qué desea?
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