Carlos E. Luján Andrade

Los microrrelatos se construyen tanto con palabras como con vacíos. Son narraciones invisibles en las que, por un instante, como si se tratara de una interferencia dimensional en nuestro plano, aparecen oraciones que vuelven tangible una historia. El relato sobresale como una isla en medio del océano, y gracias a él podemos descifrar lo que permanece oculto. El microrrelato sugiere, ofrece un sendero incompleto para que quien se cruza con él intente desentrañar el origen y el destino de ese camino. Para lograrlo, el lector debe aportar su imaginación y también su carácter. Podemos decir que este género nos ofrece, además, la oportunidad de vernos reflejados.
El hallazgo, de Jorge Ramos, encarna lo anterior. Si bien la variedad de temas es amplia —pues nos brinda escenarios fantásticos, absurdos, terroríficos o introspectivos—, se puede inferir en ellos una búsqueda de identidad. El verdadero hallazgo del libro no es un hecho, sino un deseo. En el relato que da título al volumen hallamos un yo desconocido; en otros, como “Cambios”, “Renacer” o “El cinocéfalo”, la multiplicidad de personalidades lleva al protagonista a perderse en ellas. Allí Ramos juega con los roles, deshumanizando tanto al autor como al lector. A la vez, los textos son lúdicos y siniestros: retuercen historias conocidas —incluso las bíblicas, como en “Padre e hijo” o “J & J”— con irreverencia y humor, proponiendo una vuelta de tuerca a nuestras creencias.
El horror se manifiesta en “El descubrimiento” y “La espera”, relatos que, sin abandonar el género, también interrogan la identidad del protagonista. Como en todo buen microrrelato, nos dejan con preguntas abiertas: ¿quién es?, ¿quiénes son?, ¿por qué hacen lo que hacen? Una pieza que condensa la esencia del género es el texto final, donde un escritor compone no solo un haiku, sino en esas tres líneas su obra entera.
Debo mencionar “DNI”, donde se lee: “No eres lo que tu Documento Nacional de Identidad dice que eres”. En esa aparente simpleza se esconde un trasfondo profundamente reflexivo. Recuerda a la célebre obra de René Magritte, “La traición de las imágenes”, en la que vemos una pipa acompañada de la frase Ceci n’est pas une pipe (“Esto no es una pipa”). El artista nos advierte que aquello no es la realidad, sino su representación. De modo semejante, el cuento de Ramos Cabezas transita por esa senda: no se trata solo de un juego con el lenguaje, sino de una reflexión sobre el lugar y el valor que nos asigna el Estado. Lo que este otorga por necesidad burocrática termina, en ocasiones, condicionando nuestra identidad e integridad.
La microficción, como la poesía, resulta inagotable: más allá de la síntesis de su narrativa o de sus versos, invita al lector a construir su propia historia en aquello que el autor ha decidido callar. Hallazgos nos abre así un recorrido sugerente, entre la reflexión y la imaginación.
