ANDRAJOS (FINAL): Un bar junto a una plaza de toros

Estefanía Farias Martínez

Lechuga y su cuadrilla (1917-1932)- José Gutiérrez Solana




I
Mesa 1. Belmonte

Una mujer diminuta reprende duramente a sus tres hijos, ante la indiferencia del padre, mientras ellos les observaban a ambos con las pupilas como chinchetas clavadas en las córneas. Al mayor se le acaba el permiso penitenciario en unas horas, el mediano va a ser sancionado por traficar con estupefacientes en el cuartel y al pequeño lo habían encontrado fumando porros en los lavabos del instituto.

II
Mesa 2. Manolete

Tres tipos malencarados con los ojos pintados y uniformados con camisetas negras de rejilla deslizan de boca en boca un canuto bien cargado. A la misma mesa están sentados un rubio espigado de traje y corbata y otro moreno con gafas de sol y gabardina. El rubio plantea la posibilidad de compartir el local de ensayos de forma efectiva. Ya llevan un año ayudando a pagar el alquiler y hasta el momento sólo le han encontrado utilidad como picadero los unos y como sala de espera los otros.

III
La barra

Ocho chicos formato pigmeo, flacos y amazacotados y con una barba corta puntiaguda, tan iguales unos a otros que parecen fabricados en cadena de montaje, se alinean en los taburetes de la barra. Piden una ronda de sol y sombra. Uno eructa. Dos se ríen. Otro pide tapa. El camarero le informa “solo se sirven tapas con las cañas o los vinos”, en eso son muy estrictos. Varios de ellos reclaman. Y el camarero les pone un plato de cacahuetes sin pelar. Tres de ellos tienen novia, una tiene exámenes, otra está de vacaciones y la tercera con gripe. El resto evalúa en voz alta sus posibilidades de mojar esa noche. Los otros lo hacen mentalmente. Uno se atraganta con un cacahuete. Todos se ríen. Se apuran las copas y piden otra ronda.

IV
Mesa 3. Gallito

Un matrimonio con dos hijos veinteañeros, un chico y una chica, piden un café solo, dos con leche y un chocolate caliente. La madre se acerca a la barra y pregunta por el baño, el camarero le señala una puerta al fondo del local. El padre abre el periódico que lleva bajo el brazo y pasa las páginas hasta llegar a los clasificados, saca un bolígrafo del bolsillo y estudia detenidamente las ofertas laborales, marca una, otra. El camarero avisa de que el pedido está listo y los hijos se levantan a recoger sus consumiciones, la chica paga y ambos vuelven a la mesa con las tazas. Ella se levanta de nuevo y le pide más azúcar al camarero, él le da cuatro sobrecitos y la sonríe. Ella le ignora y vuelve a la mesa. Deja dos sobrecitos en el plato del café de su madre, los otros dos se los queda ella. El hijo, intrigado, mira al padre. El día anterior le dijo que se fuera de casa, que era un vago y un cobarde, que no se atrevía a vivir por su cuenta. Pero después de la pelea y unas horas sin hablarse era como si no hubiera pasado nada. Lo de todos los meses. De pronto el padre le enseña lo que ha ido marcando en el periódico, trabajos de pasea perros, más de seis. “Esto sí puedes hacerlo”, le dice y le da el periódico. La hija mira las manchas en la mesa, en el suelo, le da asco aquel sitio y el café sabe raro. La madre llega renegando, atónita. El baño es un agujero en el suelo. La hija deja el café a medias, la madre sólo lo prueba, el padre lo terminó en dos sorbos, el hijo se deja el chocolate. Los cuatro se van y el periódico se queda sobre la mesa.

V
Mesa 4. Dominguín

Dos chicas con vaqueros anchos y gruesos jerseys de lana manchados de pintura le piden al camarero otro par de cañas y la tapa de panceta. La primera fueron migas, con la segunda callos y con la tercera completan la cena. La tienen que estirar porque en media hora toca cambio de camarero y si esperan, podrán cenar por el precio de una caña.

VI
Mesa 5. Arruza

Dos barbudos, uno joven, calvo y de tronco ancho, y otro viejo, chaparro y barrigón, beben vino blanco en copa ancha. El joven aspira a ser poeta, el viejo ya lo fue. A la misma mesa están sentados un par de germanos mudos, turistas que nunca se fueron, una pelirroja falsa, de vocación actriz frustrada, y una morena de nariz aguileña, atuendo de monja seglar y gesto de piedad perpetua para con los descarriados. El tema del día: los baños a la luz de la luna. Los germanos ponen el coche y el vino, el poeta joven, la alberca, el poeta viejo, el recital y las chicas, el aliciente. Una se dejará contemplar, la otra puede que se deje tocar.

VII
Mesa 6. Ordoñez

Dos ancianos comparten mesa y una botella de vino. Uno payo, con una larga melena blanca, sin camisa, descalzo y con los pantalones atados con una cuerda. El otro gitano, vestido con un traje de terciopelo verde oscuro y una pluma en su sombrero de ala. Rellenan sus vasos una y otra vez sin decir una palabra.

VIII
La puerta

Un niño entra gritando “¡CURRO ROMERO VIENE A LA FERIA!” y los chicos de la barra aplauden. Los de la mesa uno también. Los de la dos están discutiendo acaloradamente. Los de la tres se fueron hace rato. Las de la cuatro observan la puerta porque el camarero del nuevo turno acaba de llegar; no le han visto nunca, es perfecto; se miran la una a la otra, aún tardará diez minutos en completarse el cambio de camarero; si ahora se van al baño y luego cambian de mesa, podrán tomar otra caña y cenar gratis. Los de la mesa cinco miran con desprecio al niño. “Esas costumbres bárbaras son lo que impide el avance del país”, declama el poeta joven impostando la voz, la pelirroja falsa se ríe. El poeta viejo dice “las tradiciones, por bárbaras que sean, conforman el alma de los pueblos, hay que preservarlas”. Los de la mesa seis asienten y siguen bebiendo en silencio.


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