LOS HEREDEROS DE TOTH [FRAGMENTO II]

Estefanía Farias Martínez

Young blond boy (1937)-Moise Kisling





Amelia había convocado a Los Herederos en su cuarto a media noche. La gravedad de su tono, al urgirles a acudir, hizo que incluso Anastasia se presentara. La hora denotaba la confidencialidad del tema a tratar. Todos se escabulleron de sus habitaciones sin problemas, y fueron llegando en silencio. Cuando entró Remigio, que fue el último, cerraron la puerta con cuidado y se sentaron en el suelo formando un círculo para no tener que alzar la voz. Las chicas habían preparado bebidas y aperitivos.

Entonces, Amelia se dirigió a su auditorio:

―Para los que no conozcan el motivo de esta reunión os lo explico…

En ese momento oyeron unos golpecitos en la puerta.

―Puedes abrir Florencio, creo que son mis invitados.

La única que no mostró sorpresa fue Matilda, las dos habían decidido dejar participar en aquella reunión a otros niños del colegio: Violeta, Lucas, Fulgencio y Pía, que actuaban en representación de los demás.

―Ya estamos todos ―continuó Amelia―. Ya puedo seguir. El tema de esta reunión es Ivo.
―¿Estás loca? Nos puede oír ―intervino Remigio muy inquieto.
―No está durmiendo en tu cuarto, ni siquiera está en el colegio ―le aclaró Matilda.
―¿Cómo? Pero…
―Cuando llegaste a la habitación, entraste a oscuras, creíste que dormía y como no querías que se despertara para poder salir, ni te diste cuenta de su ausencia ―se rió Cecilio―. Qué disperso.
―Entonces… ¿por qué hablamos en voz baja?
―Porque Clara Vitrubio duerme en la primera habitación al subir la escalera, y como nos oiga, nos manda a la cama.
―¿Clara duerme en el colegio?
―Tampoco te habías dado cuenta. Y los autistas somos nosotros ―esta vez el que se rió fue Florencio―. Lo normal en cualquier internado es que haya cuidadores, en este colegio se quedan a dormir Clara y la enfermera, que tiene un cuarto al lado de la enfermería. Lo sé porque Cecilio se me cayó una noche por la escalera, no rodó mucho, aunque despertó a todo el mundo y apareció ella. Le tuvo en observación un par de horas y luego le mandó a la cama.
―¿Dónde está Ivo?
―Es viernes, Remigio, se ha ido a casa, se va uno de cada cuatro. Sólo pasa fuera una noche, por eso la reunión tenía que ser hoy ―le contestó Matilda.
―Yo pensé que no se iba nunca.
―¿Podemos dejar las estupideces para otro momento? Es muy tarde y si el tema es tan grave y tan urgente, deberíamos empezar ya.

Esta vez fue Anastasia la que interrumpió a Remigio.

―Tiene razón ―la secundó Cornelio.

Él observaba intrigado a Amelia y a Matilda y a los cuatro intrusos que permanecían muy juntos y mudos.

―Sigue con lo que ibas a decir, Amelia.
―Ivo me preocupa. Nunca debieron admitirle en este colegio, creo que hasta Don Higinio sabe que cometió un error, se precipitó por lo acuciante de su situación, aunque es el tipo de decisión que no puede revertirse. Ese niño es como la nitroglicerina, parece inofensivo pero es demasiado inestable, cualquier provocación se puede convertir en catástrofe. Y ése es el problema, su nivel de frustración es cada vez mayor, y presenta indicios de trastorno paranoide, así que hagamos lo que hagamos se sentirá agredido. Tenemos que tener mucho cuidado con él.
―Creo que exageras, Amelia.

Remigio sabía que Ivo era muy nervioso, que tenía ideas absurdas, como todos los niños, pero la actitud de Amelia le molestaba. No entendía el por qué de aquel discurso, estaban magnificando detalles sin importancia, como si nunca hubieran ido a un colegio normal donde había Ivos por todas partes.

―Ha dejado de tomar la medicación para el control de la ira ―continuó Amelia―, está cada vez más agresivo y altera a los demás. Me lo contó Pía, por eso le dije que viniera.
―Es verdad, estábamos en la cola de la enfermería, esperando a que nos dieran nuestras prescripciones. Tenía a Ivo delante de mí, acababan de salir las notas de matemáticas y refunfuñaba todo el tiempo. Cuando casi le tocaba el turno, se dio la vuelta y empezó a insultar a Don Higinio y a decir que aquellas pastillas le reseteaban el cerebro, que experimentara con nosotros porque éramos raros, pero a él que lo dejara en paz, él era normal. Luego se fue. Nos asustamos mucho, había chicos de primer año y casi se produce un motín, entre Fulgencio y yo tuvimos que calmarles y explicarles que Don Higinio nos recetaba la medicación que necesitábamos como parte de la terapia, que sólo quería ayudarnos.

Pía, que tenía el aspecto de una piñata repleta con una coleta estilo cresta de gallo recortada, hablaba muy deprisa, no quería dejar atrás ningún detalle de aquella traumática escena.

―Lo pasamos fatal, y porque apareció la enfermera y les hizo entrar de uno en uno para hablar con ellos.

Fulgencio, al que todos conocían como El Chino ―no sólo por sus ojillos oblicuos sino porque era un experto copiando hasta el mínimo detalle cualquier aparato electrónico que llegara a sus manos―, aún estaba impresionado y su pánico a las multitudes furiosas no le ayudaba mucho a tranquilizarse.

―Pero no es sólo eso, el juego de desmayarse se ha extendido entre los nuevos, yo me encontré a siete inconscientes en el césped el lunes y ahora les ha enseñado otro, lo llaman el cojín humano, se suben al murete del fondo del jardín pequeño y saltan sobre los niños que pasan, es muy peligroso, pueden hacerle daño a alguien o hacérselo ellos. Don Higinio está muy preocupado, el martes nos reunió en el despacho a algunos de segundo año para que habláramos con ellos, están muy rebeldes.

Esta vez la que se atrevió a hablar fue Violeta, para Cornelio era la viva imagen de la novia cadáver, le gustaba, si además sabía actuar, sería perfecta para su próxima producción.

―A mí se me tiró encima uno de ellos, menos mal que era más pequeño que yo, pero me lesioné el cuello, todavía me duele.

Lucas, la versión extendida de Remigio en pelirrojo, señalaba el punto exacto de la colisión.

―Te va a tocar hablar con él, Remigio, esos juegos se tienen que acabar. Tú eres el único que llegó aquí por casualidad, no tenías problemas en el colegio en el que estabas y seguro que hablas su idioma.

Amelia lo consideraba su único recurso.

―Lo intentaré.

No tenía la menor idea de cómo hacerlo, pero era la primera vez que ella dejaba en sus manos una misión crucial.

―Por hoy lo tenemos que dejar, ya es casi la una y Clara hace la ronda en media hora, para entonces tenéis que haber vuelto a vuestros cuartos. Una última cosa, estad muy atentos al comportamiento de Ivo, si veis algo raro avisadme, y tened mucho cuidado cuando habléis con él, es demasiado susceptible, sólo nos quedan dos meses de curso y si pasa algo nos echarán la culpa a todos.

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