La dialéctica ambulante: “Platón viaja a Mesa Redonda” de Luis Quispe Palomino

Carlos E. Luján Andrade






Vivimos en un mundo ambiguo, las palabras no quieren decir nada, las ideas son cheques sin provisión, los valores carecen de valor, las personas son impenetrables, los hechos amasijos de contradicciones, la verdad una quimera y la realidad un fenómeno tan difuso que es difícil distinguirla del sueño, la fantasía o la alucinación. La duda, que es el signo de la inteligencia, es también la tara más ominosa de mi carácter. Ella me ha hecho ver y no ver, actuar y no actuar, ha impedido en mí la formación de convicciones duraderas, ha matado hasta la pasión y me ha dado finalmente del mundo la imagen de un remolino donde se ahogan los fantasmas de los días, sin dejar otra cosa que briznas de sucesos locos y gesticulaciones sin causa ni finalidad.

(Prosas apátridas / Julio Ramón Ribeyro)


Cada circunstancia de nuestra existencia tiene un trasfondo racional. Si escudriñamos los orígenes de las pasiones, hallaremos un motivo, sea biológico, psicológico o espiritual. El ser humano se las ingenia para encontrar un orden a nuestras acciones. Detrás de cada acción humana, hay una justificación. Dependerá de quiénes somos para que tal justificación tenga un contenido virtuoso o no. Si es en el primer caso, hallaremos la moral, en el segundo, un cinismo inevitable. Es imposible obrar ignorando ese trasfondo. Una vez establecidas las razones, los individuos de forma automática obran una y otra vez, en esa cotidianeidad van construyendo su personalidad definida en sus acciones. Ellos son conscientes que aquella elección es la única y la mejor. Es así que cuando nos convencemos de nuestros motivos, creemos que hemos hallado la verdad, nuestra verdad.

No es un ejercicio reflexivo sencillo, requiere repensar aquello que otros han establecido. Es por eso que en “Platón viaja a Mesa Redonda”, su autor, Luis Quispe Palomino, nos presenta un escenario contemporáneo en el que sus personajes usan las estrategias filosóficas de Platón, como son la retórica y la dialéctica, para ir más allá de lo que se observa en la aparente realidad caótica del mercado de Mesa Redonda. Los individuos que transitan su obra, cumplen una función que la realidad les ha impuesto. Y es en esa posición que debaten el porqué de su existencia. Los debates insólitos entre un jalador y un vendedor ambulante, nos permiten repensar no sobre lo que hacen aquellos, sino en la forma en cómo se afronta un hecho y sus propias explicaciones.

Y si bien Quispe Palomino se centra en cuestiones específicas como son las que rodean la vorágine del Mercado Central. No podemos ignorar que se está abordando los temas de la vida misma y la función que cada uno tiene en ella. Pues no podemos ser ajenos que el trabajo que realizamos nos define y más aún, si es que consideramos el lugar donde lo hacemos. Al plantearnos el autor escenarios reconocibles, permite que el debate callejero de sus personajes se presente cercano y actual.

Durante varios años he sido testigo de las idas y venidas del Mercado Central y Mesa Redonda. Al interactuar con la realidad violenta de la inmediatez, el desorden y la búsqueda de la gran oportunidad de quienes visitan esta zona de la urbe limeña, me es inevitable no pensar en la locura. Si alguien pudiera observar con ligereza aquellos movimientos de la gente impaciente, pueda ser que no encuentre una lógica. Caminantes que siguen senderos interrumpidos por cajas repletas de la mercadería de un ambulante, las batallas entre ellos por un lugar en el polvoriento asfalto, los cargadores que con indolencia arremeten contra mujeres y niños cuando el peso de su carretilla les gana, la ensordecedora bulla que revienta los tímpanos de los potenciales compradores, los jaladores que te interceptan con discursos repetitivos, pretendiendo que adquieras algo que no necesitas, el policía municipal que observa con desgano cómo la ciudad se le viene encima, sin tener más voluntad que darle con un macanazo a aquel que le colma la paciencia. Y así, los escenarios se multiplican. Cada día es distinto. Pero a pesar del caos, por años, todo se mantiene así. Entonces, me pregunto ¿cómo aquello que no sigue un aparente orden puede resistir al paso del tiempo?, ¿cómo así la economía nacional puede depender de esa ola demencial de gente, ambulantes y comercios?

Y es aquí donde vuelvo al libro de Quispe Palomino. Cada célula que conforma el organismo que es nuestra ciudad, tiene su motivo para estar ahí. Uno profundo y creído real. Razones tan sólidas que hacen que un ambulante o jalador continúen con su labor a pesar de la violencia emocional que las calles les presentan. Lo que veo en “Platón viaja a Mesa Redonda” no solo es un debate filosófico, sino una necesidad desesperada de sus protagonistas de darle unas bases argumentativas pétreas que les permitan seguir con su labor, así estas se presenten volubles y poco lógicas. Cada uno de ellos, expresan en sus argumentos, una forma de construir una realidad donde puedan desarrollarse con plenitud y convencimiento.

El primer debate entre el viejo, un ambulante, y Martín, un jalador, sobre si el que realiza esta última labor debe dominar el arte de la retórica, es un pertinente ejercicio filosófico heredado por Platón para acercarnos a las profundidades argumentativas de lo que se discute. En las vicisitudes cotidianas de tales sujetos, tenemos una muestra de la escuela platónica aplicada a estos tiempos.

La ética también está puesta en cuestión, ya que en un capítulo se debate si algunas técnicas para atrapar a un potencial comprador son consideradas éticas. Aquí no solamente vemos cómo una práctica de venta puede ser creída justa, sino que podríamos extenderla hacia las variadas técnicas comerciales que existen en la actualidad.

Los temas que se extraen de sus entretenidos debates son inacabables. Cada uno podrían contener subcapítulos que nos permitirían exprimir argumentativamente las razones de aquellos inquietos personajes que buscan una verdad con la que puedan sostener su aparente inestable existencia.

Quispe Palomino ha sintetizado, en “Platón viaja a Mesa Redonda”, un instante de la duda del ser humano por saber qué y por qué hacemos lo que hacemos. La costumbre y la velocidad de las ocupaciones cotidianas, poco tiempo deja para cuestionarnos lo que nos rodea. Asumimos como dogmas lo repetido por años, les damos virtudes a nuestros vicios o viceversa, creyendo que la primera idea que convenció los primeros actos, son lo correcto y, por lo tanto, verdadero. La visita que nos hace Platón a nuestros tiempos, nos da un motivo para volver a él y repensar aquello de lo que ya estábamos convencidos.

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