Presentación a “Viaje al infinito” de Carlos E. Luján Andrade

Iván Fernández-Dávila Ocampo





A través de una cincuentena de textos, Carlos Luján comparte con sus lectores el desarrollo intelectual de su pensamiento en un arco temporal de más de veinte años. Comprensiblemente, y como lo indica él mismo en el prólogo del libro, no es igual la reflexión a los veinte que pasados los cuarenta, y es normal que las aristas desde las que observamos y elaboramos conclusiones vayan cambiando. La ilusión de la juventud y la desilusión de la madurez se filtran entre las palabras acumuladas de estos escritos en forma de un sosegado desencanto. Hay unos cuantos textos referidos a nombres propios como Vargas Llosa, Gay Talese y Marshall Berman. Llama la atención leer un ensayo referido a la técnica en Spengler en estos días y no de alguien más cercano enfocado al mismo tema como, digamos, Heidegger. Esto refleja el carácter independiente de Luján y la construcción de un pensamiento y obra originales pues, no olvidemos, nuestro autor es ante todo un escritor de poemas y prosa, un literato que ha ofrecido ya una nutrida producción. Decíamos, son pocos los textos referidos a personalidades mencionados líneas arriba y, antes bien, las palabras aquí reunidas decididamente comparten la experiencia de Luján ante diversos temas y situaciones.

Encontramos líneas que pueden ser tomadas directamente de un diario personal, en las que el autor es un personaje más, ocasiones en las que un melancólico humor se hace presente. Pero, sobre todo, este libro está cargado de reflexiones, de largas cavilaciones, de sesudos pareceres, es en realidad un libro que comparte una visión filosófica de la existencia. Se pregunta por variados y numerosos asuntos como la supervivencia del arte, por el destino de nuestros objetos cuando hayamos dejado este mundo, por la función de la poesía, la efectividad de las protestas sociales y, más interesante todavía, no solo muestra los hechos, sino que hasta propone bien pensadas soluciones. Se hace evidente desde las primeras páginas que no se ha tomado ningún tema a la ligera, que asume una responsabilidad real no solo consigo mismo sino con sus lectores. Y lo hace con un ánimo decididamente liberal, palabra tan malentendida en la actualidad. Su visión de fondo es democrática real, pues no solo habla de derechos sino de deberes, lo que puede parecer delirante especialmente para los lectores más jóvenes. No deja de sorprender la relativa precocidad de esta antología de textos que, normalmente, aparece -si acaso- en la edad más avanzada de un autor. Personalmente, tengo genuino interés en saber qué pensará, qué reflexiones podrá compartir Carlos con nosotros, sus lectores, de aquí a veinte, treinta años, siendo optimistas en que seguiremos por aquí. Y es que, más allá de los temas tratados, de los recuerdos sueltos, testimonios brevísimos de su autobiografía, más allá de las palabras anotadas, hay algo que Luján nos quiere transmitir que viaja subrepticio como un río por la noche.

Una sensación, una imagen, es decir, finalmente, un testimonio: la mirada de alguien que contempla su mundo transformarse irremediablemente y en soledad intenta comprender. En esa mirada podemos encontrarnos, todos nosotros. Rezuma humanidad. Por eso este libro merece ser leído.

Lima, abril de 2024

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