Ítalo Costa Gómez

Ay, el encierro, el encierro… ¿Quién diría que íbamos a vivir todo esto y ahora a intentar recordar los inicios de la pandemia? Mejor dicho, quién diría que íbamos a sobrevivir a todo esto de lo cual ya han pasado más de dos años. Aunque seguimos luchando contra el virus invasivo, de la cuarentena extrema, del toque de queda, de la falta de plata y varios etcéteras. De ésta no nos vamos a olvidar jamás; porque estamos saliendo de tremendo tsunami emocional, magullados y hechos mierda, pero vamos a salir.
Una de las cosas más «graciosas» que puedo estar experimentando en esta cuarentena es ver cuál es mi contacto actual con las personas con las que medio «filtreaba» antes de que todo empezara. Cómo me relaciono ahora con mis «dates». La mayoría son chicos súper buenos, tranquilos, educados y algunos un poco mayores que yo. Tampoco vayas a jurar que soy EL RUCÓN jajajajajaja solo que creo tener una coquetería nata, muy sutil, y tienes que saber qué hacer para ponerme hecho un Nerón a lo Paciente 164 que a todo le prende fuego. Tampoco es tan fácil, queridos eh.
La comunicación telefónica con uno de ellos hace dos o tres noches me dejó claro el grave daño mental que nos va a dejar el Cocorocovilus. Déjame que te explico, ponte cómodo y sácate las medias que eso me medio calienta.
Cuenta la historia que era sábado por la noche – de hace ya un año – , pero sin la fiebre de Travolta. Estábamos ya con horario de toque de queda con militares patrullando y toda la situación cuando en eso suena mi celular y era uno de mis prospectos que me llamaba borracho (no hay nada más lindo que se acuerden de ti cuando están en tragos).
-¡Alócate!, chico del mundo ancho y ajeno. ¿Qué haces despierto? Anda a dormir, oe. – Tratando de ponerle hielitos a todo el asunto.
-Ese Italooooooooooooooo. ¡¡¡Ese ITALOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!!! – Entre pisco y nazca que para que te cuento.
-Jaaaaaaaaaaaaa. Hooooola baby. Anda a dormir. Acuéstate. Haz tutito.
-No quiero hacer tutito. Voy a pasar por ti ahorita. Ahorita te recojo.
Estaba viviendo una realidad paralela mi compadre. No era el momento de soltar la cantaleta de la cuarentena, él estaba en otra salsa. Su martillo partía otra nuez. Decidí llevarlo por otro lado.
-Ya, mira… No puedes manejar en ese estado. Estás un poquiiiito tomado. Mejor haz la siesta un rato. Un par de horas. Te bañas, te talqueas, te perfumas, te recargas de energía potente y vienes por mí. Cero virus. Yo me alisto en un ratito. ¿Qué opinas?
-¡¡ITALO!! Ese ITALOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO. ¡La cagada eres! Tienes razón. Te llamo en dos horas para irte a buscar. ¿Dónde estás?
Quería reírme en su oído pelado, pero tampoco la idea era hacerlo sentir mal.
-Duerme, duerme. Estoy en mi casa. En dos horas te despiertas y me llamas.
Por supuesto que esa segunda llamada nunca llegó. Ni se debe acordar que me llamó. No pensé que la cuarentena me iba a dejar tanto por contar y eso que aún no acaba.
«¿Dónde estás?», Me preguntó el pelotas. En prisión domiciliaria cuál político, solo que sin el dinero, oe pavazo.
[¿Dónde estarás?, ¿Dónde estarás, cariño mío?, ¿Dónde estarás, verano ardiente, invierno frío? Como la nieve espera al sol de primavera… mi amor te esperaaaaaaaaaa]